El precio de nacer, de vivir y de morir

El precio de nacer, de vivir y de morir

Sergio Sarita Valdez

A Milton Freeman, gurú de la Escuela de Economistas de la Universidad de Chicago, se le acredita la expresión de que no hay cual cosa como “Almuerzo gratis”. En verdad, cada vez que consumimos alguna mercancía alguien paga por la misma. Desde el momento de la concepción la madre y el producto requieren de nutrientes y de cuidados médicos si es que se desea un ciclo de embarazo sano y seguro. Las atenciones prenatales, el parto y servicios postnatales implican una inversión tanto familiar, privada, así como pública. ¡Cuánto dista esta presente realidad social de aquel idílico razonamiento ancestral que veía en cada niño que venía al mundo la imagen de un inocente con un pan debajo del brazo acompañándolo siempre!

No cabía en mente racional cristiana el cuadro de millones de menores africanos famélicos con sus ojitos hundidos rogando por una porción proteico calórica oportuna que les permitiera seguir existiendo como mandaba el máximo y primer deber de los mortales.

Millones de asiáticos, africanos, centroamericanos y caribeños parecen hablar un lenguaje y lucir el uniforme común de la pobreza extrema. Estremece el alma cultivada en el apego a la vida observar a grupos de terrícolas organizados en bandas asesinas con modernas y costosas armas de guerra sembrando la violencia homicida en medio de una atmósfera de hambre crónica y de dolor.

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¿Acaso es de humano entretenernos viendo las horrorosas escenas de niños y niñas cayendo masacrados por las bombas y la metralla entre grupos antagónicos que se vanaglorian de acentuar sus diferencias culturales, étnicas, sociales, religiosas o políticas? ¿Cuánto cuestan los boletos por la tranquilidad universal? ¿Acaso son gratuitas las taquillas para la guerra? ¿Estamos condenados a vivir y morir en guerra? ¿No han sido suficientes las dos conflagraciones mundiales en donde la última cerró con las inimaginables hecatombes atómicas de Hiroshima y Nagasaki?

¿Es posible que el odio racial o religioso nubla las mentes pensantes del mundo y las polarice en territorios antagónicos que convierten en un imposible la sana convivencia basado en las distintas maneras de vestirnos y de hablar? ¡Paz en la tierra para los hombres y mujeres universales repartidos en países, credos, razas, lenguas, orígenes históricos, sexos, edades y culturas! La sensatez debe imponerse a la obsesión guerrerista. ¿Tanto cuesta vivir en armonía?

Si tanto nos entusiasma y fanatiza la violencia guerrera, ¿Por qué no hacemos un frente común contra el hambre y la desnutrición crónica que por décadas viene azotando al sur global y al trópico histórico geográfico?

Lo que acontece en África, Europa y el Oriente Medio debe ser motivo de honda y seria preocupación universal. No se trata de guerras ideológicas per se, más bien es la tercera guerra mundial dosificada. En esos frentes armados se enseñan solapadamente las garras felinas de las armas nucleares. Por el momento están contenidas a merced del más mínimo error de percepción. ¿Cuál es el precio a pagar para que todos podamos vivir en paz? ¿Acaso estamos condenados a morir en medio de conflictos fratricidas? ¿Sucumbirá la humanidad víctima de la industria bélica?

De una cosa estoy muy seguro y convencido: ¡Moriré apostando a la paz, sin importarme lo caro que tenga que pagar por el boleto!

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