El precio de nuestro descuido

El precio de nuestro descuido

El país fue un exportador neto de café que cobró prestigio entre los suplidores más confiables. Este grano formaba parte importante del paquete de productos tradicionales que exportábamos y que generaba sustanciales ingresos en divisas. La producción era tan buena que alcanzaba para exportar y además cubrir la demanda para consumo interno de esta bebida de tanto arraigo en el gusto de los dominicanos.
De buenas a primeras, hemos pasado de exportadores a importadores de café, en una magnitud tal que tenemos que comprar en el exterior el 70% de nuestro consumo. Parásitos como la roya y la broca del café empezaron a diezmar nuestros viejos cafetos hasta llevar la producción a la ruina. Las enfermedades hicieron su trabajo, y nuestro descuido hizo el resto. El resultado es que perdimos los ingresos en divisas que daba el café y tenemos que gastar para importarlo. Esto, sin citar el efecto sobre nuestro prestigio como suplidor.
La falta de inversión suficiente y oportuna en la atención y renovación de cafetales fue el yerro más costoso que hayamos cometido. Cuando despertamos del letargo y nos dimos cuenta de la presencia de las enfermedades o plagas, ya la merma de la productividad indicaba la perdición de nuestra posición como exportador. Asimilemos esta experiencia para que no tengamos que repetirla nunca jamás.

Niños en tareas agrícolas

Aunque el país ha mejorado sus índices de restricción del trabajo infantil, es mucho lo que queda por hacer para reducir el significativo número de pequeños cuya niñez y escolaridad son mantenidas en rehenes por el trabajo agrícola en nuestros campos. Las labores en el campo son una seria restricción para la escolaridad de muchos muchachos que han perdido la niñez en las plantaciones agrícolas.
Las autoridades del país tienen que dedicar tiempo y recursos para rescatar la niñez del campo que está atrapada en la maraña de la labor precoz y de la adultez alcanzada a fuerza de tareas propias de hombres física y mentalmente formados para desempeñar el trabajo más rudo. Hay que impedir que se siga perdiendo el mejor tiempo para el aprendizaje escolar y el disfrute de la edad temprana.

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