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Tras el fracaso electoral del 2008, en lugar de hacer una oposición coherente al gobierno y reorganizar el partido con viejos y nuevos cuadros capacitados y confiables, los perredeístas nos dedicamos a recriminarnos mutuamente; y nos enrumbamos hacia una Convención Ordinaria para elegir una nueva dirección del partido. Miguel Vargas Maldonado se postuló a la presidencia y anunció que pretendía hacerlo también para la presidencia de la República para evitar contradicciones entre el candidato y la dirección de la organización.
Para apuntalar su liderazgo, Miguel firmó inconsultamente el pacto de las corbatas azules, con el cual apoyó la reforma constitucional de Leonel Fernández, llena de trampas para mantener el control total del Estado, que tuvo la virtud de rehabilitar las candidaturas de Hipólito Mejía para el año 2012 y la de Leonel para el 2016. Algo similar le ofreció Leonel a Hipólito, quien lo rechazó.
Como las otras candidaturas a la presidencia del partido se percibían débiles frente a Miguel, los grupos de Hipólito y Luis Abinader apoyaron la presidencia de Miguel, por la vía de la Comisión Política, a pesar de que había intentado imponer una Comisión Organizadora totalmente a su favor, sin la proporcionalidad que establecen los estatutos.
Ante esa situación opté, como Presidente de la Comisión Organizadora, por devolverle su cuota de RD$100,000. al único otro candidato restante, quien aceptó, único argumento que admitió la JCE para validar su Presidencia.
La imposición de no pocos de sus asociados en puestos de dirección en el partido y para las candidaturas congresuales y municipales del 2010, socavaron el apoyo a Miguel; en tanto Hipólito resurgió de manera ostensible. Aunque parecía imposible que ambos grupos acordaran la Comisión Organizadora convencional; el primer Congreso José Francisco Peña Gómez en que trabajamos, creó el ambiente para el diálogo y cooperación que permitieron la definición de líneas estratégicas del partido y un mecanismo confiable para elegir el candidato con un padrón semi-abierto, como propuso Miguel.
También se aprobó que quien resultara derrotado apoyaría al triunfador, quien debía asumir también la Presidencia del Partido. Acuerdo no ejecutado. Tras la victoria de Hipólito en las primarias del 2011, la campaña electoral reflejó la debilidad institucional y doctrinaria del PRD, que junto a la ausencia del presidente del partido y sus aliados, las travesuras del PLD, el triunfalismo y la escasa visión estratégica del candidato, hicieron el resto para evitar que el PRD llegara al poder en el 2012.
El PRD se cava su propia tumba si celebra un CEN o una Comisión Política pretendiendo imponer listas de miembros no autorizadas y/o su eliminación con mecanismos non santos. Perderían el partido y el país una fuerza política, que pese a sus fallas, ha sido la gran protagonista de la democracia en la República.
Todavía hay tiempo para salvar al partido y renovar la institucionalidad democrática de la nación dominicana, pues todo perredeísta que se respete y sea miembro de pleno derecho en ese organismo, estaría presente en ese momento crucial de su historia.