La ciudad creció de manera irresponsable y desorganizada, origen de los problemas que enfrentamos hoy. Tenemos dos o tres ciudades que se desataron, se desbordaron de los límites esperados y normales y no tuvimos el coraje de detener la hemorragia cuando era posible.
De villorrio pasamos a ciudades y de ciudades a las que en nuestro nivel son megalópolis.
La irresponsabilidad es de todos, especialmente de los electores que no hemos exigido ningún compromiso, ni hemos controlado el ejercicio del poder por uno u otro mandatario, por uno u otro partido.
Es como si hubiéramos votado en los últimos 70 años por una emoción, por un capricho, por costumbre, por la linda cara de un candidato, por una propuesta vacía que no se iba a cumplir, por un partido que solo sirvió de trampolín para el ascenso al poder.
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Si analizamos el menú anterior podríamos saber dónde se origina la falta de orden nacional, es como un cáncer que corroe nuestra sociedad sin que parezca preocuparle a nadie, nos estamos limitando a vivir remendando nuestras vidas como podemos.
Una muestra de eso la damos con la electricidad, durante el gobierno del presidente Salvador Jorge Blanco, la Corporación de Electricidad anunciaba los apagones por sectores y por tiempo, ahora, aunque hay menos apagones nos afectan en cualquier momento, pero para combatir la necesidad de energía nadie sabe cuántos cientos de miles de generadores, de distintos tamaños, consumen nadie sabe cuántos galones de gasolina o de gasoil.
Nos acostumbramos a remendar las faltas de soluciones globales a los problemas y a las necesidades básicas y conocidas, las cuales deben ser resueltas y ofrecidas con eficiencia por los gobiernos.
En otros tiempos, los acueductos servían agua de una potabilidad tal que se podía tomar directamente de la llave, del grifo, sin temor a adquirir una enfermedad estomacal o de otra índole.
Ante la impureza de las aguas de los acueductos surgió, y creció hasta niveles desconocidos, la industria que potabiliza el agua de los acueductos, producto que se vende en botellones y botellas pequeñas.
Los servicios de salud, pese a los ingentes esfuerzos de mucha gente, dejan mucho que desear, surgen, y crecen como la verdolaga, clínicas y centros médicos que al decir de mucha gente te curan, pero te pueden matar con la cuenta por sus servicios.
Ahora que algunos supermercados envasan y empacan alimentos con sus marcas, es bueno preguntar: ¿qué autoridad de salud pública revisa la higiene de los procedimientos?
¿Se da seguimiento a la producción de medicamentos con inspecciones periódicas y toma aleatoria de muestras en cualquier farmacia? ¿Quién controla el surgimiento de barrios marginados, futuros damnificados?
¿Estos problemas son síntomas incurables del crecimiento?