El precio del dinero

El precio del dinero

POR MIGUEL BATISTA
De ESPNDeportes.com
SANTO DOMINGO —
Siempre que leo, trato de resaltar aquellas frases o citas de las cuales pueda aprender algo o con las cuales pueda enseñar o mostrar lo que en algunos momentos necesito expresar.

Hoy, cuando empezaba a escribir el artículo, busqué una frase para reunir en ella lo que quería contar y encontré esta cita de la madre Teresa de Calcuta «La pobreza es algo maravilloso porque nos da la libertad», así que al recordar las historias que les quería narrar, me di cuenta que es cierto «que en la vida habían libertades que sólo las da la pobreza»

A cada momento escuchamos que las personas desean alguna vez en la vida fama y fortuna, sin saber en realidad el valor que hay que pagar por ellas, el cual, a veces resulta ser muy caro ya que conllevan a perder la libertad en nuestros actos, amigos y hasta la propia familia. Todos sabemos que la vida es difícil y que definitivamente con dinero es más fácil llevarla, eso es cierto, por eso, esta semana les traigo varias anécdotas de algunos de mis colegas y sobre el precio que han tenido que pagar por ser quienes son hoy en día. Ustedes sacaran sus propias conclusiones.

«¿Tu sabes lo que es eso Miggy?» comenzó diciéndome un compañero, «ahora porque he llegado a ser la clase de jugador que soy, no puedo sentarme en el parque y conversar con mi novia, ni tomarla de la mano y darle un beso, porque soy la súper estrella y eso me quita el derecho de poder hacerlo, dicen que con todo el dinero que ahora gano, eso me pone en otro status como persona.»

En ese momento mi compañero humedeció sus labios y el sabor amargo de la realidad de la vida, pareció llenarlo de tristeza «Yo soy el mismo muchacho humilde que caminaba por el barrio hace años atrás, pero ahora porque tengo dinero y soy una figura conocida no puedo hacerlo, porque la gente dice que eso se vería mal en mí. No puedo lavar mi propio auto, ir de compras al supermercado con mi mujer, porque eso supuestamente no lo hacen las personas millonarias.»

Para muchos esto no tendrá sentido, pero hay placeres simples en la vida que te dan felicidad y cuando los cánones de la sociedad o el mismo destino te obliga a renunciar a ellos, puede doler.

Hace varios años atrás, mientras dábamos una charla sobre béisbol en un pequeño pueblo de mi país, un compañero y yo, una persona nos reprochó delante de todos los asistentes sobre el hecho de que los jugadores no le devolvían nada a sus comunidades de donde habían salido, que muchos de ellos se marchaban y se olvidaban del lugar donde nacieron y no ayudaban a los jóvenes de sus pueblos. Mi compañero la miró fijamente y le respondió «Ese jugador que se va y nunca vuelve es aquel que ustedes mismos se encargan de «echar», porque cuando va a sus negocios le quieren vender las cosas al doble de su costo, con la excusa de que tiene dinero; aquel que no puede él mismo ir a comprar nada y tiene que mandar un intermediario para que lo compre, porque si va él, ustedes lo quieren engañar, su propia gente ¿y ese es él que ustedes quieren que se quede a vivir en su pueblo y le ayude a sus hijos?»

Otro colega me dijo también que en una reunión familiar, varios de sus parientes le echaron en cara que su fama les estaba arruinando sus vidas, ya que la gente les decía que como ellos eran familiares de él, todos deberían tener Hummers del año y vivir en grandes mansiones; «no sabes lo difícil que fue aquel momento para mi, escuchar a mi propia familia culparme porque mi posición económica les hacia daño». ¿Qué haces en esos casos? ¿Renuncias a tu propia sangre? O sencillamente los dejas vivir con «la vergüenza» que para ellos representa, el lazo que los une y que te hacen parte de ellos.

Alguien me contó hace un tiempo atrás, la triste historia de una de nuestras súper estrellas del béisbol en Latinoamérica. Según la versión, el joven jugador, que provenía de una familia muy humilde, cuando firmó su primer contrato multimillonario, reunió a todos sus hermanos y hermanas, quienes eran alrededor de cinco y les dijo que a todos les daría cierta cantidad de dinero y que anualmente les daría la misma suma, la cual, según el relatador, era una «millonada» en cualquier país de América Latina. Una de las hermanas se paró de su asiento y con voz enfurecida le grito «¡¿Esa miseria de dinero es lo que tú nos vas a dar a nosotros?!» De acuerdo al relato, nuestro compañero al ver la reacción de sus familiares no hizo otra cosa más que llorar. Años después le confesó a un buen amigo, que él nunca pensó que el dinero le quitaría el amor de sus hermanos y que le pondrían precio a su parentesco de sangre.

«Cuando crecen las fortunas, también crecen los que la gastan», es lo que decía el Rey Salomón y no es de extrañar que la riqueza monetaria tenga incontables «amigos» y te da grandes beneficios, de eso no hay duda, pero también he aprendido que el dinero no tiene porque cambiar tu esencia, aunque lamentablemente muchas veces logra transformar a los que te rodean y en otros casos les quita la mascara de lo que realmente son; es por eso que el profeta de Tandil tiene razón al proclamar que «La pobreza está mas cerca del amor, por eso el amor crece mas rápido en casas pequeñas».

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