En todos los países el precio del dinero depende-fundamentalmente-de los riesgos externos que están generando volatilidad en mercados internacionales. Me refiero al del petróleo con aumentos de precio, que no es transitorio como erróneamente creen algunos, al de capitales con alzas de tasas de interés, y al mercado de monedas destacándose la apreciación del dólar estadounidense.
Hasta el momento la magnitud del choque externo ha sido insuficiente para que el Banco Central aumente su Tasa de Política Monetaria, por eso fue que la mantuvo sin cambio el pasado viernes, en 5.25% anual. Lo que comparto. Las razones están en su comunicado de prensa, no hay cambio de tendencia de la inflación y la actividad económica más allá de lo previsible.
Se mantuvo igual, además, porque van bien las principales variables económicas, los datos nos dicen que la política monetaria tiene sus deberes cumplidos, la economía mantiene su velocidad de crucero con estabilidad de los precios macro-económicos.
Y no es un discurso, hablan los hechos. En abril la actividad económica remontó un 7.5% y 6.7% en los meses enero-abril 2018, por encima de su potencial. La inflación de abril fue de 0.40%, la acumulada en los primeros cuatro meses de 0.95% y 4.05% la tasa interanual a abril 2018; es decir, dentro del rango de 4% ± 1%. Es justo decirlo, no se puede pedir más.
Como el dinero se mantiene comparativamente barato, implica que continúa el estimulo a la inversión, aligeramiento de la carga financiera de las familias y preserva la tendencia del flujo de crédito bancario, que crece alrededor de 13% interanual, y el medio circulante más que la economía a precios corrientes. Proceso que se inicio en agosto 2017, cuando las autoridades monetarias redujeron la tasa de política monetaria y del encaje legal.
No obstante, es necesario que los agentes económicos den seguimiento a los riesgos externos, porque si empeoran y presionan los precios de la canasta familiar cambiando su tendencia, el Banco Central no tendría más opción que darle vuelta de tuerca a la política monetaria de agosto 2017, y aumentar el costo del dinero.
Lo que a nadie debe sorprender. Si se asimila no reduce el consumo y la inversión privada de manera significativa, y la demanda nacional se mantiene robusta no obstante las dificultades externas. En 2018 el crecimiento del PIB cerraría alrededor de su potencial, con inflación más o menos de 4%.
Así que lo inteligente es pensar que los riesgos externos podrían complicarse en cualquier momento y que aumentará el precio del dinero, dependiendo de la tensión en el Medio Oriente, la amenaza de guerra atómica y de Trump, que agita los mercados con pérdidas en los índices, sin ganancia económica mientras genera costos a familias e inversionistas estadounidenses.
Y con política solvente que respondan a la cambiante realidad externa, estar consciente de la prioridad, preservar la solidez de la expansión económica con la estabilidad que hemos tenido en los precios macro-económicos. Sabiendo que la tarea no es exclusiva de la política monetaria, la fiscal tiene igual responsabilidad, por lo que el sabio manejo del escenario externo pasa por la combinación de políticas.