“Tenía la impresión de flotar, pero no dentro de algo claro, sino en medio de una oscuridad cada vez mayor.” (Henry James)
El presidente Danilo Medina está actualmente en una tremenda encrucijada, haciéndosele corto el tiempo para hacer “lo que nunca se ha hecho.” Justificar lo injustificable: su tenaz ambición de ser reelegido como Presidente de la República, desconociendo y reformando esta vez la Constitución proclamada el 13 de junio de 2015 que, como es bien sabido, dispone en la vigésima cláusula del Título XV, sobre Disposiciones Generales y Transitorias, expresamente lo siguiente: “En caso de que el Presidente de la República correspondiente al periodo constitucional 2012-2016, sea candidato al mismo cargo para el periodo constitucional 2016-2020, no podrá presentarse para el siguiente periodo ni a ningún otro periodo, así como tampoco a la Vice-Presidencia de la Republica”.
El presidente Medina, en el solemne acto de su investidura, prestó un juramento sagrado: ”Juro ante Dios y ante el pueblo, por la Patria y por mi honor cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República. Para no traicionarse, tendría que darle un giro violento, de más de 90 grados y es poco el tiempo que le queda para “hacer lo que nunca se ha hecho”: combatir el flagelo de la corrupción, fuerza motriz de tantos daños causados no solo a su imagen tal hiciera en su momento su olvidado maestro, profesor Juan Bosch, cuando sometió a la justicia a un cercano funcionario, amigo suyo “porque ante actos de corrupción, de soborno, no tengo familiares, parientes ni arientes, ni amigos.”
El Presidente tiene una potencial ventaja sobre los demás contendientes de su partido que codician sustituirle pretendiendo darle continuidad a la magna obra de su gobierno sin cortar por lo sano enfrentando su peor enemigo: la corrupción y la impunidad “caiga quien caiga”, como prometiera alguna vez, bastándole para ello, decía, “el simple rumor público”, para retractarse poco después enrostrándolo a un grupo de periodistas que citen un solo caso, porque él no conocía ninguno en su gobierno, siendo el asunto tan escandaloso como hasta ahora, llenando todos los espacios.
Recién “explotó otro polvorín”, la grosera descompostura del flamante presidente de la Cámara de Diputados al cuestionársele sobre esa “vaina”: la Declaración Jurada de Bienes” que el presidente Medina había conminado dando plazo a sus funcionarios en falta para que cumplieran con la ley. Los enriquecidos, poseedores de fortunas cuestionables que sumergen en mayor desigualdad y pobreza a las grandes mayorías nacionales, caso omiso le hicieron, conscientes de que “esa tecla no se toca” a pesar de que la Constitución lo exige, invirtiendo el fardo de la prueba y el Art. 146 proscribe la corrupción en toda forma en todos los órganos del Estado” y la condena aplicando severas sanciones (Ordinales 1 al 5). Al señor Presidente en búsqueda de reelección, le resta poco tiempo para salir de esa delicada encrucijada y darle a su gestión un giro inesperado