El Presidente de los descensos productivos desde la torre de marfil

El Presidente de los  descensos productivos desde la torre de marfil

Los oídos, labios y ojos como herramientas básicas para los ejercicios de poder merecían la vigencia cobrada invariablemente con el presidente Luis Abinader en aporte a la democracia y a la compenetración que debe existir entre gobernantes y gobernados.


Cualquier hecho que a primera vista le parezca fuera de lo normal, de su incumbencia o mínimamente digno de su atención, le lleva a tomar carta en los asuntos y a arribar a escenarios donde quiera que se encuentren.
Presto a exteriorizar los criterios que sustenta, receptivo a lo que los demás reprochen y sensible a los daños a terceros incluso cuando, por acción o negligencia, son atribuibles a funcionarios.


Inmediato en argumentaciones, dado a edificar sobre motivos para sus tomas de decisiones, sea para explicar lo que haya resultado fallido, sea para reconocer razones de cualquier índole con ánimo de rectificar.


No es el tipo de estadistas a que estábamos acostumbrados de sucesiva incomunicación con el Poder Ejecutivo.

Mandatarios inalcanzables a la prensa, sin una comparecencia al año siquiera, evadidos de temas que asumían tabúes, de situaciones que presentían engorrosas y de reconvenciones enojosas, hirientes a sus sentidos de superioridad.


Capaces de actuar, todavía hoy como si no estuvieran en deuda con la opinión pública por acontecimientos que les atañen. Incapaces permanentemente de admitir que se equivocaron o incurrieron en vergonzosas omisiones.

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