El presidente Grant y el conservadurismo actual en Estados Unidos

El presidente Grant y el conservadurismo actual en Estados Unidos

Diomedes Núñez Polanco

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La ola de conservadurismo que hoy arropa a los Estados Unidos, a nuestro juicio, tiene sus raíces en el militarismo que se impuso en ese país luego de la Guerra Civil (1961-65), con los gobiernos de Andrew Johnson y Ulises Grant, tal como señalamos en el artículo anterior (31-11-24).

Para entonces, el Partido Demócrata era el conservador, y el Republicano, el liberal o progresista. Este había sido fundado por Abraham Lincoln, y el Demócrata, por Thomas Jefferson. En la actualidad, como puede apreciarse, sus sellos ideológicos han cambiado, aunque en lo esencial no hay diferencias significativas.

El conservadurismo del Partido Republicano se incubó a través de una largo proceso, y una de sus pioneras señales se expresó con la aparición, en abril de 1869, del periódico «El imperialista», con el propósito de que el presidente Grant fuera reconocido como emperador.

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«El imperialista» se satisfacía de que «millares de hombres y mujeres saludaran el periódico como el principio de una nueva era, en la historia de América». Sucedía, sin embargo, que hacía muchos años que los Estados Unidos habían iniciado esa nueva era, no sólo en América, sino en el mundo: la que venía evolucionando desde antes de 1776. Al hablar de «preparar al pueblo americano para una revolución tan deseada como inevitable», ignoraba que ya los estadounidenses habían hecho esa revolución, y que, aún inconclusa, se había reafirmado con la Guerra Civil.

El periódico contrapone la democracia y el imperio. La primera la ve como un aborto, ilegalidad, corrupción, inseguridad, robo contra acreedores públicos y guerra civil; el imperio, por el contrario, equivale a ley, orden, seguridad y paz, «protector de los acreedores nacionales», o sea, del gran capital financiero, que desde los inicios de los Estados Unidos estaba en plena expansión. Claro, el orden, la seguridad y la paz (entendida como interna, no la que podía ser perturbada fuera de sus fronteras) eran vitales para defender con mano firme «los legítimos derechos del capital productivo» y «los intereses de las clases industriales».

Al cuestionar que se dejara la fe nacional en manos del populacho, ¿se referiría a Andrew Jackson, de origen campesino y analfabeto hasta que su mujer le enseñó a leer y escribir?

La declaración de fe de «El Imperialista», aparte de sus descalificaciones a la democracia, no dice nada nuevo, en esencia, que no estuviera contemplado en la Declaración de Independencia de 1776. El grupo social, político y económico que impulsaba el periódico, ignoraba, y no tenía por qué saberlo entonces, que la democracia representativa, típico gobierno de la burguesía, era la expresión política del capitalismo, no sólo del que se desarrollaba en su país, sino de todos los que iban creciendo en el mundo, como el inglés, el francés, el alemán, el holandés, el noruego, entre otros. Y la Constitución estadounidense, considerada por el presidente Franklin Pierce como la única religión de los Estados Unidos, ¿no era la mayor exponente de su democracia? . Con sus numerosas enmiendas ha sido institucionalizada como el catecismo político de ese país, desde que fue votada en 1787 hasta nuestros días.

No fue casual que El Imperialista empezara a circular alrededor del primer mes en que Grant iniciara su conflictivo mandato, el 4 de marzo del 1869.

Otros datos quedan en la sombra: ¿hasta cuándo circuló y si el gobierno de Grant emitió alguna declaración, desmentido o aclaración, ya que propugnaba un imperio norteamericano y proclamarlo como su emperador.

Ulises Grant inició y terminó su mandato con olor a imperialismo. Uno de los últimos actos importantes de su política exterior, fue el tratado que firmó con Hawái en 1875, «según el cual el gobierno autóctono se comprometía a no ceder a una tercera potencia, en forma de venta o arrienda, ninguna posición en el archipiélago».

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