El presidente que tendremos

El presidente que tendremos

Se presiente la amnesia nacional. Nos ilusionamos con un nuevo presidente y comenzamos a olvidar lo que furiosamente recordábamos en la campaña.  La propaganda nos impulsa a mirar hacia adelante, emborronando realidades; pinta el futuro con fantasías retóricas.

 Por eso, antes de que los hechos se escondan entre las brumas, debemos recordar algunas particularidades del presidente que tendremos.

Recordar que no es un novato, sino un viejo y sagaz manipulador  político. Un hombre  corresponsable del gobierno que sustituirá. Brillante participante de lo bueno y lo malo de la era de Leonel Fernandez. No olvidemos su excesiva tolerancia y los silencios de antaño.

Pero tiene derecho a reivindicarse – también le dimos ese derecho al candidato opositor – e intentar ser un  mandatario ejemplar. Un estadista de ésos que tanto anhelamos en estas tierras de políticos aberrantes.  

Sus seguidores aseguran la “gran vocación social” que le acompaña. Hasta ahora no la hemos visto; ha sido un querer sin praxis. Si es auténtica, esperaremos a que se desvele mientras nos manda. 

Pide humildad públicamente. Sin embargo, tengámoslo presente, nadie que aspire a mandar a una nación puede ser humilde. Es más, no debe. En su interior, los líderes llevan la altanería de los elegidos, que no es más que esa  dosis de grandísimo que los ayuda a seducir a  los demás. Quizás pueda controlar  en algo la enajenación de las alturas.

 Danilo Medina aspira a convertirse en digno discípulo de Juan Bosch, deseo que lo enaltece y trae alegría a la nación. Es otra aspiración pendiente de  cumplirse. Los hechos indican  que no lo ha sido. No peleo  las doctrinas del fundador mientras las ripiaban en los recintos del PLD.

A pesar de esos detalles preocupantes – igual que  su antecesor -, tiene a todo un pueblo deseando fervorosamente que gobierne bien. Se lo desean amigos y enemigos. La reivindicación del futuro presidente es la esperanza de un país harto  de que lo abusen, lo roben, y le nieguen un auténtico progreso. Cansado de palabrerías que no educan, ni dan salud, ni compran en el mercado.

Tenemos que mirar a este experimentado hombre público sin idealizaciones; de frente, con las cartas encima de la mesa. Reconocer que no es un inocente,  que lleva manchas del pasado reciente, y, aun así, parece que intentará hacerlo diferente. Debemos, si nos deja, ayudarlo en la tarea.

El hombre no las tiene fácil. Zafarse de las cadenas con las que se dejó  amarrar para hacer realidad sus sueños será un acto digno de Harry Houdini, el legendario mago de principios de siglo quien  solía  escaparse   de cajas fuertes sumergidas en el fondo del mar. Dicen que  anda sobrado de artes para intentar la magia. “Veremos a ver…”.

¡Que se escape! Que no deje  grilletes, yuntas, ni cadenas por romper. Que se  libere y tenga como única  prioridad el bienestar social. Que no tenga miedo; que, a pesar de los pesares, lo queremos estadista. No lo queremos ver  desacreditado y rodeado de testaferros millonarios.

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