El Presidente tiene razón

El Presidente tiene razón

El presidente Leonel Fernández dijo que el país necesita la unidad de todos para enfrentar los problemas actuales.

¡Caramba!  Qué importante es cuando un Presidente se da cuenta de que mientras más gente hala la carreta en la misma dirección se aliviana la carga y se llega mejor y más rápido a buen término.

Por supuesto, me ha resultado difícil entender para qué quiere el doctor Fernández la unidad. Ese concepto debe ser bien explicado, debe tener el sustento debido para que pueda ser atendido.

Unidad ¿para qué?

Es preciso que el mandatario le dé cuerpo a su solicitud, observación, llamado o como se le quiera llamar.

Hemos sido convocados tantas veces con resultados frustratorios que ya no creemos ni en la una y una.

Las palabras, sin sustentación, son un mero ejercicio de fuego fatuo verbal del cual estamos hasta la coronilla.

No basta con decir, es preciso hacer. Recordemos que obras son amores y no buenas razones, pero ¿qué obras?

Sin ánimo de irrespetar y mucho menos de ofender,  el bla,  bla, bla puede ser útil para la demagogia pero no para bien gobernar la nación.

De todos modos, siempre prefiero tomar la palabra del Presidente como si su habla siempre fuera sincera, con ánimo de contribuir a la solución de los problemas colectivos.

La convocatoria a la unidad no debe ser una frase vacua que se pronuncia para que suene agradable a los oídos de quienes la escuchan.

La unidad puede y debe ser la zapata de un gobierno que  bregue por resolver los problemas ancestrales, por eso creo que debemos tomarle la palabra al Presidente pero evitar que esa convocatoria se convierta en otra fuente de espejismos verbales en conferencias que no han arrojado resultados beneficiosos para la sociedad.

Entiendo que el Presidente tiene la razón aunque no haya manifestado las razones que lo impulsan a este llamado a la unidad,

Sin embargo, hay muchas razones que convocan a la unidad.

La primera es la lucha real y efectiva contra la violencia cuya espiral parece indetenible; el segundo tema: perseguir la corrupción que arropa altos funcionarios quienes exhiben impunes el súbito bienestar que disfrutan, como si confiaran en que no hay voluntad política para perseguirlos; tercero un plan de austeridad que comprenda dos puntos: cumplir con el Presupuesto de la Nación y disminuir los gastos superfluos.

He ahí un reto interesante, pero esas decisiones y sus consecuentes acciones son tarea del Presidente de la República, doctor Fernández. La bola está en su cancha.

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