El Presidente y empresarios en Elías Piña ¡tan cerca y tan lejos!

El Presidente y empresarios en Elías Piña ¡tan cerca y tan lejos!

Macasías, Elias Piña. Durante la inauguración de la Unidad Fronteriza de Producción Agropecuaria, Piscícola y Forestal Macasías, en la comunidad del mismo nombre en Elías Piña, el pasado viernes, decenas de pobladores de la zona se quedaron “con el moño echo” al intentar conversar con el presidente Leonel Fernández.

Muchos recorrieron hasta 20 kilómetros a pie, en motores o en “bolas”, para ver al mandatario y, en algunos casos, entregarle una carta. Sus aspiraciones se desvanecieron a pesar de tener al jefe del Estado a escasos metros.

El Presidente llegó a las 12:30, pero lo esperaban a las 11:00. Lo hizo en su helicóptero, que se sumó a otros tantos lujosos   que aterrizaron en ese empobrecido lugar adornado de hermosas montañas vestidas de verde que hacían contraste con la pobreza mostrada por gente harapienta y hambrienta.

A poca distancia, una bandera nueva dominicana ondeaba en la línea divisoria; del otro lado, la virginidad de la vegetación dominicana se extendía a la parte haitiana hasta  confundir   si se está en suelo dominicano o haitiano.

Ricos y pobres en un mismo lugar, los pobres limitados por corrales militares y los ricos con libertad de moverse, en común el sofocante  sol del que no escapaba ni el Presidente,  que en momentos tuvo que despojarse de su  chaqueta y quedarse en camisa, ni  Juan Bautista Vicini, pudiente del país que se vio obligado a desabotonarse hasta la mitad  su camisa empapada.

Las damas, acostumbradas a los acondicionadores de aire, tenían las mejillas rojas y movían sus abanicos españoles. Sudadas, pero con glamur.

La gente se movía como olas de un lugar a otro tratando de acercarse al único presidente que ha visitado la zona, pero el cerco con cinta y militares impedía el acceso y solo vociferaban ¡Leonel, Leonel!, pero él parecía no escucharles.

Uno a uno se fueron los helicópteros y yipetas, mientras  la gente esperaba algo, pero ni agua había. En un lugar apartado estaban  los generales e invitados especiales degustando chenchén con carne de conejo silvestre, criados en el lugar. Los pobres miraban de lejos con los labios cenizos y secos de la sed.

En el trayecto, un niño  haitiano  de unos once años caminaba afanado por la carretera. No parecía molestarle el sol. Al notar la presencia de “las máquinas”,  con  militares a bordo,  se detuvo sorpresivamente  en posición de correr, con la mirada puesta en una bajada, por si acaso.

De su copiosa cabellera enredada salían seis chorros de sudor como de las  cabeceras de los ríos. Descalzo, con un remendado pantaloncito corto y una camiseta con numerosas perforaciones que dejaban al descubierto  su esquelético cuerpecito, esperó que todos pasaran para continuar la marcha  hasta estar seguro de que nadie lo molestaría, como siempre.

La clave

El Presidente y la guagua

Terminado el acto y en aparente improvisación, el mandatario quiso caminar a pie el proyecto, que consta de siete viviendas, viveros y granjas, pero estaba tan fuerte la temperatura que se subió a un minubús de transporte de pasajeros públicos con un letrero en su vidrio trasero que decía “La Charli” y en el recorrió el corto lugar hasta llegar a su helicóptero, que lo aguardaba para volar a la ciudad de Santiago.

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