El Presidente y la educación
en los ojos de la sociedad

El Presidente y la educación<br/>en los ojos de la sociedad

FAUSTO MOTA GARCÍA
El pueblo dominicano debe sentir una gran satisfacción y regocijo por el interés que el quehacer educativo ha despertado en la conciencia nacional. Hace un tiempo relativamente corto eran escasos los articulistas y los espacios que los medios de comunicación destinaban para analizar la situación educativa. Sin embargo, la crisis de la década de los 80 produjo un gran impacto en los diferentes estratos sociales; y éstos, a su vez han modificado ese comportamiento.

Recordemos el escenario reflexivo y de trabajo participativo y democrático que se produjo en la década de los noventa alrededor del Plan Decenal de Educación, el cual constituyó la más hermosa expresión de concertación nacional que registra nuestra historia más reciente, enfocado hacia la conformación de un proyecto colectivo, lo cual incidió eficazmente en el rescate de la educación dominicana.

Con esa gran movilización nacional quedó demostrado que se puede trabajar en procura de unos propósitos generales sin importar a cuál sector se pertenezca, constituyendo esa experiencia una clara demostración de que tenemos y debemos trabajar un proyecto de nación patriótico, en el que puedan converger los diferentes representantes de las organizaciones de la sociedad dominicana.

Reitero, a la luz de ese gran acuerdo, la educación dominicana se puso sobre el tapete y la población se apropió del axioma de que “sólo a través de un sistema educativo eficiente, eficaz y moderno podemos enrumbarnos hacia el anhelado desarrollo y al adecentamiento colectivo”.

En las actuales circunstancias se han generado cambios significativos, sólo basta abrir las páginas de cualquier periódico, o accesar al Internet para observar un derroche de inquietudes, señalamientos, análisis y reclamaciones sobre las características que cada cual asume debe tener nuestra educación.

Esto no es malo, por el contrario es bueno. Hoy todos, sin excepción, reclamamos al Presidente de la República y al Estado una mayor asignación presupuestaria para educación y demuestra que los ciudadanos/as han interiorizado el papel de la educación para transformar no sólo la nuestra, si no la realidad de cualquier país del mundo.

La ciudadanía observa que el presidente de la República, doctor Leonel Fernández, ha instruido para que se genere un cambio en el ámbito educativo, en la línea filosófica, visionaria, curricular, metodológica y actitudinal, con el propósito de crear una nueva cultura de gestión. En tal virtud, todo el esfuerzo se orienta hacia la definición y aplicación de un modelo de gestión basado en la escuela, en procura de cambiar la vieja práctica pedagógica en el aula.

Hay acciones en marcha, que tienen como fundamento elevar la escolaridad de la población a un promedio de seis años de estudios. Esto, naturalmente, requiere formar una nueva generación con capacidad para utilizar los códigos de la modernidad expresada en la lengua materna, el idioma inglés, las competencias matemáticas, las tecnologías de la información y la comunicación.

Ahora, cuando las escuelas tienen sobre ellas los ojos del pueblo, y se desarrollan contenidos que pretenden estimular una formación que integre valores éticos, morales, y de compromiso social, es el momento para unificarnos y revisar la procedencia o improcedencia de las políticas educativas que se ejecutan en educación.

Para alegría colectiva, hoy la población no pierde de vista la trascendencia de que tengamos un sistema educativo innovador y transformacional. Cada ciudadano, sin importar posición ni rango, debe hacer conciencia de su rol y asumirlo con responsabilidad. La convicción democrática del Presidente Fernández se apoya en el fundamento de que cada ciudadano tiene el deber de aportar. El Presidente de la República, quien es el primero entre sus iguales, tiene sobre su figura académica todos los ojos del pueblo, y esos ojos descargan la fuerza expresiva de una mirada que manifiesta y encierra esperanza y la confianza de que a través de su voluntad y de nuestra posibilidad económica como nación, podamos construir una educación con mayores niveles de calidad y pertinencia.

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