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Los problemas que afectan a nuestro sistema de instrucción pública debemos de enfrentarlos con “los pies sobre la tierra” y con acciones encaminadas a corregirlos, sin el uso de una retórica estéril y populista. Nuestra preocupación principal deberá ser el cómo diseñar y desarrollar una política educacional que ofrezca el alto nivel de cualificación tan necesario en el mundo actual, y la reafirmación de los principios básicos en los que debe basarse la educación pública, tal y como lo establece el Artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y como aparece explicitado en el Capítulo II de la Constitución de la República: “Todas las personas tienen derecho a la educación, y a la enseñanza superior que estará al alcance de todos en función de sus méritos”. Ningún gobierno debe pretender controlar la educación superior incentivando, sancionando y estableciendo a la vez objetivos académicos ajenos a nuestra cultura. El Estado debe continuar siendo la principal fuente de financiación de la educación como única forma de garantizar un sistema de instrucción pública de calidad al cual todos tengan acceso. El éxito de toda reforma educativa necesariamente implica el poder contar con docentes que entiendan que su misión no es tanto la de enseñar sino la de contribuir al aprendizaje y formación de sus estudiantes, conscientes de que “el mejor profesor no es el que más sabe, sino el que mejor orienta a sus alumnos” sin que éstos dejen de entender que el mundo en que les ha tocado vivir es altamente competitivo y que el mismo demanda conocimientos muy calificados. “La calidad de la educación de un país no es superior a la calidad de su profesorado.” De ahí la importancia que la gran mayoría de la reforma de los sistemas de instrucción pública otorga a la formación y capacitación de los maestros que laboran o habrán de laborar en los mismos.
Al iniciarse, el 16 de agosto del 2015, el cuarto año de la gestión de gobierno del presidente Danilo Medina, los titulares de los principales medios de comunicación de aquí comentaban el hecho de que, muy a pesar de los esfuerzos que se han venido realizando para mejorar la educación, nuestro sistema de instrucción pública todavía confronta grandes calamidades, puestas de manifiesto a través de sus índices de calidad. En efecto, en la página 16 del periódico “Diario Libre” en su edición correspondiente al 18 de enero recién pasado, aparecen unas declaraciones atribuidas al ministro de Educación, licenciado Carlos Amarante Baret, dando cuenta que la tasa de deserción escolar entre estudiantes de básica y media aumentó entre los años 2012-2013 y 2013 y 2014. Todo lo contrario a lo esperado a pesar de la puesta en práctica de un proyecto como el de la Tanda Extendida. Algo igualmente inesperado y negativo sucedió con las tasas de repetición tanto en el nivel básico como en el medio. Entonces ¿Qué está ocurriendo? En realidad no lo sabemos. En esta fase de la ejecución del Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014-2030 resultaría prematuro formular ningún juicio u opinión sobre si se superarán o no los obstáculos que se interponen en el camino de alcanzar lo que deseamos. No obstante, tenemos la impresión de que, a pesar de las complicaciones existentes, el Pacto ha tenido un inicio esperanzador. Aunque limitados por la escasez de tiempo, en ocasiones, descubrimos evidencias o pruebas estimulantes de un marcado compromiso o de decisión de hacer triunfar esta reforma de parte de las personas claves implicadas a todos los niveles. En entregas posteriores analizaremos determinados aspectos específicos del proceso de reforma al cual nos referimos en el contexto dinámico y cambiante en que éste (el proceso) se ha venido realizando.