Sí, valió la pena. Funcionó. Resultó. No fue en vano. Estas son apenas algunas de las palabras válidas cuando analizo todas las iniciativas y movilizaciones que en contra de la corrupción y la impunidad han tenido lugar en por lo menos los últimos 20 años en este país.
En honor a la verdad, al principio el interés en este tema se concentraba en dos o tres personas y unas pocas instituciones. Quienes se beneficiaban de esta indiferencia, así lo sabían, por eso siempre descalificaban con argumentos como: «eran tres gatos».
Pero, a pesar de los pesares, por décadas se protestó. Sin embargo, la corrupción, el robo y la malversación de los recursos públicos que significó el caso Odebrecht fue la gota que derramó el vaso y estos últimos tres años aumentó la contundencia en el rechazo a la sustracción de los recursos públicos que implica la corrupción y el no perseguirlo judicialmente, que es la impunidad.
Así lo reflejaron encuestas como la prestigiosa Gallup-Hoy, que mostró cómo por primera vez la corrupción se ubicaba entre las primeras preocupaciones de la ciudadanía.
Ya no solo la clase media u organizaciones específicas de la sociedad civil entendían el lastre que implicaba usar los recursos públicos destinados a salud, educación, seguridad ciudadana, entre otros, para el enriquecimiento personal, la clase alta y los sectores populares también estaban indignados y así lo dejaban saber mediante cacerolazos, por ejemplo.
En este momento de la lucha también jugaron un papel estelar los dominicanos y las dominicanas residentes en el exterior quienes se movilizaron en cada rincón donde estaban. De hecho, la generalización de la lucha contra la corrupción fue manifiesta cuando se realizaba no tan solo en el Distrito Nacional o en la provincia de Santo Domingo, sino en cada rincón del país y en cada pedacito del mundo donde había un dominicano o una dominicana.
Por eso, en este año tan difícil, es válido hacer un alto en el camino para ver algo bueno y decirle a todo aquel que caminó, que marchó, que corrió, que tomó un micrófono, agarró lápiz y papel e investigó…se vistió de verde o de negro, cantó, bailó o vociferó…todo aquel o aquella que hizo al menos una de estas acciones merece hoy una felicitación porque su esfuerzo valió la pena.
Sepan ustedes que definitivamente se empieza a escribir una nueva historia en la administración de los recursos públicos, en la lucha contra la corrupción y la impunidad, pero ese cambio no depende de color, ni de partido o de siglas, ese cambio es obra de la ciudadanía consciente, empoderada y que no se rinde…La ciudadanía cambió y es este el primer y más importante cambio.