El primer triunvirato dominicano

El primer triunvirato dominicano

Diomedes Núñez Polanco

-y III-

El profesor Juan Bosch en su libro Composición social dominicana llama la atención hacia lo que él califica de increíbles episodios ocurridos durante el período del Triunvirato, y pasa a explicar que “En esos episodios se destacan con tintes acentuados los rasgos propios de las luchas entre altos y medianos pequeños burgueses contra los bajos, pero en forma alucinante, como si la historia de esos días estuviera siendo hecha por locos desatados”.

Luego advierte que “Dominada por la pasión del poder, sin el cual no podía garantizar su ascenso económico y social, la pequeña burguesía actuaba fuera de sí, mucho más incontrolable cuanto más bajo era el nivel de sus miembros, esa pequeña burguesía se lanzaba a poner en ejecución planes improvisados y sin sentido (por ejemplo, el caso de los generales criollos que aunque su comandante (Buenaventura Báez) había capitulado se negaban a deponer las armas, nota de dnp), y el pueblo vivía de susto en susto, sin saber en cada momento qué iba a suceder una hora después”.

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Es así como el levantamiento que contra el Triunvirato llevaron a cabos los generales Benito Monción, Gaspar y Juan Antonio Polanco, así como otros, no estaba basado en razones ideológicas.

Gaspar Polanco, cuyas glorias como primera espada de la lucha restauradora no quedaron invalidadas por el hecho de haber apoyado a Báez, no podía concebir la presencia de un Gobierno en el que los generales Pedro Antonio Pimentel y Federico de Jesús García fueran de los ejecutivos más importantes: esos triunviros habían participado en la dirección del movimiento que provocó el golpe de Estado contra su presidencia de la República en Armas, en enero de 1865.

Aunque Pimentel no logró autorización de la Convención Nacional que lo proclamó presidente, el 27 de febrero de ese año, para fusilar a Polanco, acusándolo de la muerte de José Antonio (Pepillo) Salcedo, sí pudo nombrar “…un Consejo de Guerra (para) que lo juzgara, y desde luego lo condenase a muerte”.

Libre ya de las continuas hostilidades de que fue víctima en los primeros tiempos, el Triunvirato, que se estableció en la Capital el 10 de agosto de 1866, tenía sobre sus hombres serias responsabilidades: empezar a enfrentar los grandes problemas dejados por Báez en la administración pública y preparar las condiciones para la celebración de elecciones. Pero al darse cuenta de la magnitud en que se habían desatado las aspiraciones de mando en el Partido Azul, especialmente entre los generales José María Cabral y Pimentel, el general Gregorio Luperón desistió de su disposición de participar en las elecciones que debían celebrarse el 25 de agosto de 1866: temía por la agudización de los conflictos en su partido, y se propuso luchar por su fortalecimiento.

La desesperación de Pimentel por volver a ocupar la presidencia de la República tenía encendida al rojo vivo las pugnas internas, hasta el extremo de que llegó a organizar dos motines con el fin de frustrar las aspiraciones de Cabral, y ya antes había propugnado por un golpe de Estado en su favor.

Preocupado por la debilidad del Triunvirato y por las actividades conspirativas que empezaba a desarrollar el baecismo, Luperón planteó al Consejo de Secretarios de Estado la cesación del Gobierno colegiado y que el general Cabral fuera nombrado presidente de la República, lo cual fue aprobado por unanimidad el 22 de agosto de 1866: para el líder restaurador era más importante la unidad del partido que la permanencia del Triunvirato, cuyo mandato fue apenas de tres meses.

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