El prisionero de la tercera planta

El prisionero de la tercera planta

Es una respuesta a Miguel Guerrero. Fabio R. Herrera-Miniño contestó la petición de Aristófanes Urbáez de que, como hijo de Fabio F. Herrera Cabral, “aclare en honor a la verdad si el profesor Bosch, después que ocurriera el golpe y lo habían retenido en el despacho presidencial…”, trató de suicidarse. Confirma que escuchó de su padre la versión.

El mismo, en su artículo de Hoy (12-10-13), intenta interpretar la información de marras. Hace malabares.

Independientemente de las palabras… ¡Imposible! Un hombre de su visión de la historia, de su reciedumbre moral, humana y social no estaba llamado a ser víctima de suicidio. Y más aun, si se trata de un discípulo de Juan Pablo Duarte y Eugenio María de Hostos: de un hombre cuyas creencias fueron templadas a la luz del fervor por la fe y la esperanza en el destino de su pueblo y de la humanidad…

Arlette Fernández, esposa y compañera del coronel Fernández Domínguez, narra que “Consumado el golpe de Estado, Bosch, prisionero e incomunicado, logró subrepticiamente tener comunicación con Rafael (Fernández Domínguez), quien le envió un mensaje con mi tía Mercedes Fernández de Moya, esposa de Silvestre Alba de Moya, ministro de Trabajo, quien también se encontraba en el Palacio Nacional”.( Arlette Fernández .Coronel Rafael Fernández Domínguez, soldado del pueblo y militar de la libertad, Editora Taína, S. A., 2005, p. 126. Publicación de la Fundación Coronel Rafael Fernández Domínguez).

El profesor Bosch relata detalles de lo ocurrido en las horas previas al golpe de Estado y tras el hecho mismo:  “Fue en horas de la tarde de ese día cuando me enteré de que había un golpe militar organizado para estallar en la noche, y le pedí al jefe del cuerpo de ayudantes, el coronel Julio Amado Calderón Fernández, que localizara al teniente coronel Fernández Domínguez, y una hora y media después el coronel Calderón me dijo que no se hallaba en la ciudad y que según los informes que le habían dado estaba en Cotuí (en realidad, estaba en Cenoví) donde un alto oficial de la Policía tenía una propiedad (se trataba de la finca de los padres de Arlette Fernández).

En el acto le ordené al coronel Calderón que mandara a buscar de la manera que fuera necesaria al Coronel Fernández Domínguez, quien se presentó en mi casa a las diez de la noche.

“Hablé con el coronel Fernández Domínguez en presencia del coronel Calderón y le informé de lo que estaba sucediendo; le dije que debía movilizar inmediatamente a los oficiales en quienes él tenía confianza, que yo me iría al Palacio Nacional, que no iba a ir a ningún otro sitio, que no me asilaría en ninguna embajada, que en el Palacio Nacional estaría, vivo o muerto, esperando que él actuara.

“Esa noche a eso de las 2 de la mañana, se produjo el golpe. Yo quedé preso con Molina Ureña, quien logró salir de Palacio disimuladamente, después de haber comprobado que todos los esfuerzos que yo hacía para comunicarme con alguien en la calle eran inútiles. Y allí estaba cuando uno de los ministros, que era familiar del coronel Fernández Domínguez por vía política, el licenciado Silvestre Alba de Moya, recibió la visita de su señora quien llegó en horas muy tempranas del día con su mensaje del coronel Fernández Domínguez. Ese mensaje era el siguiente:

“Señor Presidente:Estamos listos para asaltar el Palacio Nacional. Somos doce oficiales nada más pero cumpliremos con nuestro deber. Pedimos sin embargo que se le informe al Partido Revolucionario Dominicano a fin de que desate una huelga general.

“Con la misma persona que había llevado el mensaje, la señora del ministro Alba de Moya, le mandé a decir al coronel Fernández Domínguez que un ataque hecho al Palacio Nacional con doce hombres era un suicidio, que esa acción no conduciría a nada positivo, (…)”. (Ibid., p 127).

Prisionero aún en la tercera planta del Palacio Nacional, el 26 de septiembre, Bosch envió un mensaje al pueblo dominicano, del que copiamos fragmentos:
“Ni vivos ni muertos, ni en el poder ni en calle se logrará de nosotros que cambiemos nuestra conducta. Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura.

“Los hombres pueden caer, pero los principios no. Nosotros podemos caer, pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática”. (Eliades Acosta Matos. 1963: Revolución Inconclusa. Soto Impresores, Santo Domingo, R. D., 2013, p. 479 Publicación de la Fundación Juan Bosch).

Del Palacio Nacional salió el 27 de septiembre hacia el puerto de Santo Domingo para tomar la fragata Mella, que lo trasladó a la isla de Guadalupe, junto con doña Carmen Quidiello de Bosch, su esposa y compañera inseparable. De ahí saldrían a San Juan, en avión que les envió Luis Muñoz Marín, gobernador de Puerto Rico, desde donde planeó y dirigió la lucha por el retorno de la constitucionalidad en la República Dominicana.

Independientemente de las palabras…¡Imposible!, ese hombre no estaba llamado a ser víctima de suicidio, por su estatura de revolucionario, pensador y prócer de la República.

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