El PRM y el lastre de las facciones

El PRM y el lastre de las facciones

El actual debate sobre las primarias abiertas o cerradas ponen en evidencia, no sólo el carácter generalmente inicuo de los intereses de las facciones, sino el cinismo y la falta de escrúpulos de algunos profesionales del Derecho. En el caso del PLD, la sordidez de los intereses que generalmente acompaña la luchas entre facciones podría decirse que se inscribe dentro de lo habitual, es la natural lucha entre los miembros de un partido de gobierno para sucederse en el poder. En lo que respecta al PRM, la diferencia entre sus dos principales facciones sobre este tema llega a lo insólito caso de que muchos pronunciamientos y acciones de una de las facciones coinciden con los intereses de la facción del partido que controla el gobierno. Precisamente.
No necesariamente es cuestionable que en determinados momentos y alrededor de algún tema dos facciones de dos partidos adversos coincidan en sus posiciones, lo que es cuestionable, en el caso que nos ocupa, es que si el PLD impone el despropósito de primarias abiertas aumenta el peligro de que el grupo que controla el gobierno utilice los recursos que le da el poder para mantener su dominación política sobre esta sociedad. La coincidencia entre la facción de Hipólito Mejía con facción hegemónica en el PLD sobre el tema de las primarias fortalece la pretensión continuista de este grupo, al tiempo que contribuye al debilitamiento de la posición de su propio partido y de toda la oposición en la lucha contra el continuismo peledeísta, creando confusión en una oposición que si algo requiere es enviar a la población un mensaje de unidad y claridad de objetivos.
En el caso de este país, el problema sobre el carácter democrático o no de las primarias abiertas o cerradas es un falso problema, es de sentido común saber que la falta de institucionalidad y la entronización de la cultura de la trampa desnaturalizan la generalidad de los procesos eleccionarios en todos los niveles del sistema político, las trampas se hacen desde el poder contra la oposición e incluso en los procesos eleccionarios intrapartidarios. Todo el mundo sabe que en este país las primarias abiertas potencian esas trampas, las facciones que las prefieren no lo hacen porque supuestamente son más democráticas, sino porque en los débiles marcos institucionales en que discurre la vida de los partidos dominicanos ellas amplían las posibilidades de hacerlas.
En la historia política de Occidente, fundamentalmente, las facciones son tan viejas como los partidos mismos, nacieron, se desarrollaron, lastraron y finalmente terminaron prácticamente con el ideal inicial de la organización ciudadana en partido político. Creo que las facciones son inevitables y a veces hasta necesarias para el discurrir de la democracia interna en los partidos, pero a veces, como dice Henri Bolingbroke “el gobierno de un partido tiene que acabar siempre en el gobierno de una facción” y toda facción está constituida por un “grupo de hombres (..) que actúan sin principios de partidos y sin noción alguna del bien público”. En el caso del PRM, ese lastre sólo es mitigable con generosidad, valentía, inteligencia y con un liderazgo colectivo.
Es su ineludible gran reto.

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