El problema de las dictaduras de pacotillas

El problema de las dictaduras de pacotillas

Algunos gobiernos de América Latina, por suerte muy pocos,  se inclinan cada vez más a un régimen de mano dura con un fuerte centralismo estatal.

Frustrados por el fracaso de los partidos tradicionales, estos dictadores de pacotilla llegan al poder con un apoyo masivo de la población y desde ahí comienzan su carrera de ataques virulentos a todo lo que representa el satánico neoliberalismo y la dominación imperialista. Una vez concluida esta etapa, siguen con un demagógico plan social saqueando las finanzas públicas, donde  los subsidios se extienden a un amplio sector de la población. Esto les asegura el voto necesario para realizar reformas constitucionales a su medida y mantenerse en el poder.

Mientras tanto, aprietan a los opositores, cierran medios de comunicación, persiguen a periodistas y le hacen la vida imposible a los que critican el régimen.

Concomitantemente, extienden ese centralismo estatal a través de la nacionalización de empresas privadas convirtiendo algunas de ellas en empresas colectivas en manos de los trabajadores. Para complementar esta estrategia y disponer del dinero que no les pertenece, para alimentar su régimen coercitivo, anuncian que no pagarán sus deudas con el exterior.

Obviamente, el desempleo se dispara, ya que los inversionistas extranjeros se alejan de ese país y los nacionales sacan su dinero a como dé lugar. La producción y la productividad se van al suelo y el Estado expande sus tentáculos a todo cuanto representa un riesgo para su sostenimiento. Pelean con la iglesia. Persiguen a los intelectuales. Desmeritan a cualquier persona que los critica. Fabrican expedientes falsos. Y, lo peor de todo, las libertadas individuales se ven seriamente restringidas. 

Así van convirtiendo al Estado en el principal empleador, en el principal consumidor, en el principal exportador, en el principal inversionista, en el principal importador, en el único corrupto y en la  principal fuente de alimentación de un pueblo, que mayormente está desempleado y gradualmente se hunde en la miseria. 

Lo malo de estos regímenes, como el de Hugo Chávez de Venezuela, es que usan todos los escenarios mundiales para insultar y desprestigiar a los presidentes de otros países. Llegó a decir en la Asamblea de la ONU en New York que la presencia de Bush era como si llegara el demonio. 

Pero ahora que llega el escritor Mario Vargas Llosa, un crítico de Chávez, a dictar una conferencia en Venezuela, todo el Gobierno lo descalifica y lo acusa hasta de bandido y ex intelectual. Lo detienen en el aeropuerto como a un delincuente y le prohíben hablar de política. Chávez puede insultar y maldecir a quien le plazca, pero nadie más puede hacerlo contra su régimen.  

Por el mismo camino van Ecuador y Bolivia, llevados de la mano por Chávez  y todo gracias al petróleo y el gas natural, que son también utilizados para comprar apoyo internacional y torcerle el brazo a los débiles como nosotros. Por eso, ruego a Dios porque jamás encontremos petróleo en este país.

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