Algunos teóricos piensan que producto de la pandemia, en agosto podría producirse una gran crisis política, si hubiese necesidad de postergar las elecciones del 5 de julio. La que se agudizaría si además hubiese que ir a una segunda vuelta. Sin embargo, esos pronósticos pesimistas deben ser despejados. Para el país no representa nada positivo en términos sociales, económicos e institucionales, ni tampoco para ninguna de las fuerzas políticas actuantes. Por eso he planteado un gran Pacto.
Uno de los grandes problemas que confronta cualquier núcleo humano, es no poder contar con muchos árbitros reconocidos y aceptados por los partidos y la sociedad. Pero a pesar de ello, el futuro a partir de agosto no puede estar en tela de juicio. La situación no será fácil desde cualquier aspecto que se analice. Por eso reafirmo lo expuesto en artículos anteriores, de que sería conveniente un Pacto para la gobernabilidad. Para lo que se requieren árbitros.
Pero a quienes asuman el papel de árbitros, aceptados por todos los que participan, tendrían que darles el apoyo y la confianza suficientes para que las decisiones no sean objeto de malas interpretaciones.
El papel de árbitro en una sociedad institucionalizada y democrática bien podría corresponderle, entre otros, al jefe del Estado. Incluso a los ex presidentes. Pero en nuestro país es casi imposible lograrlo mientras perduren las mismas tradiciones de que nadie se retira. De alguna forma están activos en favor de algún candidato o inmersos en actividades partidarias.
Y probablemente todos tenemos un candidato preferido para las elecciones del 5 de julio. Ese es un derecho que le asiste a cualquier ciudadano dominicano. En mi caso, prácticamente todos saben por donde están mis simpatías, aunque por respeto a este espacio hago esfuerzos por manifestar opiniones con absoluta independencia de criterios. Pero quiero insistir en la búsqueda de un Pacto que garantice respeto y gobernabilidad.
Pero aclaro, que cuando hablo de Pacto, me refiero a algo verdaderamente amplio. Que vaya mucho más allá de los resultados en favor de un candidato o partido. Hablo de la gobernabilidad. Pues si bien he propugnado porque las elecciones terminen el día 5 de julio, sin necesidad de segunda vuelta, que se produzca por acuerdo, o por voluntad mayoritaria de la ciudadanía consciente.
Realmente me preocupa, no solo vivir la incertidumbre de la pandemia y las vicisitudes que ella acarrea, sino la imposibilidad de lograr un Pacto político que permita que una vez concluido el proceso del 5 de julio, pueda garantizarse un ambiente de coparticipación en acciones institucionales el próximo ejercicio
Que permita la creación de un modelo en el cual los diferentes actores y grupos tengan acceso y participación en las decisiones importantes. Teniendo en cuenta que a partir de agosto habrá que tomar grandes medidas, sobre todo económicas, que requerirá de suficiente apoyo y del concurso de todos cuanto pueden ofrecer influencias suficientes para que tales decisiones sean posibles de ejecutar. Por eso expreso la necesidad de árbitros. La nación lo merece y lo necesita.