El problema haitiano

El problema haitiano

Luis Acosta Moreta
Las raíces que sustentan la problemática de los inmigrantes ilegales haitianos radicados en el país, tienen sustentaciones económicas, sociales y políticas de gran complejidad. En tal virtud, analizar la misma desde hechos aislados, se corre el riesgo de quedarse en un análisis simplista y por consiguiente no llegar a soluciones definitivas del problema como tal. Aunque soy de los que cree que son muchas las personas y organizaciones lo que buscan es vivir de esa realidad de los ilegales haitianos, más que interesados en buscar una solución al problema.

Desde hace décadas, la República Dominicana ha utilizado la mano de obra de los haitianos. Primero era como braceros para el corte de la caña de azúcar. Después fue para trabajar en las plantaciones agrícolas y en la construcción (Edificaciones).

Ciertamente la inmigración haitiana hacia la República Dominicana, va cada día en aumento. Pero al mismo tiempo que aumenta numéricamente, también aumenta la complejidad de la misma, debido al deterioro económico, social y político de nuestros vecinos. Obviamente son muchos los que quieren pescar en río revuelto como dice el argot popular.

Por múltiples razones, entre ellas económicas, sociales y políticas, el Estado Dominicano, no ha sido capaz de delinear una política clara, precisa y concisa sobre esos inmigrantes haitianos ilegales que cada día son más en el territorio dominicano. Es necesario enfrentar con serenidad, madurez y seriedad a la vez dicha problemática, porque de lo contrario se nos podría ir de las manos el problema.

Paulatinamente la cantidad de haitianos ilegales ha ido aumentando y se ha convertido en una espiral que cada día su radio de acción es mayor. Se siente la presión de organismos internacionales y de ONGs, que su fuente de alimentación es precisamente este problema. Con bastante frecuencia nos encontramos con denuncias y reportajes periodísticos y televisivos, con la marcada intención de magnificar cualquier hecho aislado, como una conducta de Estado y de pueblo. Obviamente esto lo hacen para poder justificar su razón de ser y así seguir recibiendo cuantiosas sumas de dinero de esos organismos internacionales. Esta realidad también invita a que organizaciones no gubernamentales locales y extranjeras tengan la oportunidad de lanzar una campaña de difamación en contra de la República Dominicana y supuestamente a favor de esos inmigrantes ilegales. Recientemente la periodista del New York Time, Ginger Thompson publicó un reportaje, donde supuestamente en el país hay todo un plan de maltrato y acosamiento de inmigrantes haitianos. Resalta dicho reportaje que unos mil trabajadores se han visto obligados a cruzar la frontera para retornar a su país y que cientos se han ocultado en las montañas en espera de que la situación se calme para poder retornar a sus trabajos.

Cuando se lee este reportaje fuera del contexto dominicano, pudiera dar la impresión de que ciertamente estamos ante un real enfrentamiento entre unos y otros, pero en la realidad las mujeres parturientas haitianas, por ejemplo, son asistidas en los hospitales nuestros; miles de haitianos estudian en nuestras universidades; cientos de miles de haitianos se encuentran diseminados en plantaciones agrícolas, en bateyes y en la industria de la construcción. Decir que aquí hay un conato de xenofobia, es faltar a la verdad.

Se ve claro que la periodista desconoce la real situación de los inmigrantes ilegales haitianos en el país y hechos aislados que se dan en toda parte del mundo con los inmigrantes, lo quieran presentar como todo un plan de Estado o de gobierno en contra de los nacionales haitianos. Pero, peor aún, cuando se investiga, resulta que no aparece ningún tipo de registro de entrada de esta periodista al país. Lo que queda evidenciado que organizaciones no gubernamentales y/o personas interesadas, son las que han pasado las falsas informaciones a dicha periodista.

Las informaciones son tan falsas que se habla de un supuesto lema de turbas contra los haitianos en el noroeste del país que dice: «A donde haya dos haitianos, mata uno; adonde haya tres, mata dos».

La iglesia católica, que por su trabajo, seriedad y misión evangelizadora, es un marco referencial a tener en cuenta. Tanto su nuncio apostólico como la Conferencia del Episcopado Dominicano, han abordado el tema haitiano, señalando que los países desarrollados han dejado a la República Dominicana sola con dicha problemática. El nuncio Apostólico, Timothy Broglio, por ejemplo, ha llamado a la comunidad internacional a hacerse un examen de conciencia, ya que no ha intervenido en Haití con la asistencia necesaria y por el contrario, ha dejado los problemas de esa nación a la República Dominicana.

No nos cabe la menor duda que para enfrentar con seriedad el problema haitiano, hay que darle un giro a la plataforma económica, política y social del Estado Haitiano. Y la República Dominicana, no está en capacidad de llenar ese cometido. Lo que sí debe hacer nuestro país, es clarificar la política migratoria, sobre todo con el caso de los ilegales haitianos, para evitar que personas y/o grupos interesados, no sigan pescando en río revuelto.

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