El problema

El problema

Los países fundamentan su nacionalidad y la reciedumbre de su independencia en su fortaleza económica, aunque este precepto no se entiende como un axioma, lo es.

Trujillo conoció este concepto a cabalidad, pagó la deuda externa y mostró independencia del poder estadounidense que se expresaba, entre otras cosas, por el teléfono rojo que habían puesto en el escritorio del gobernante de turno.

El presidente Balaguer tenía “alegría” a los préstamos externos, fue parco en su concertación, lo que le permitió dirigirlos. Un alto funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, me confió hace muchos años que el presidente Balaguer quería que el BID le financiara la presa Tal pero el BID tenía un proyecto alternativo para la RED. Pasó un buen tiempo, el país no tomaba ningún financiamiento. En una de esas reuniones multinacionales, el señor Iglesias, a la sazón presidente del BID, le “recordó” a Balaguer: “Excelencia hace mucho que su país no toma un préstamo, estamos prestos a financiar algún proyecto de su interés”.

 El gobernante, con su conocida parsimonia, le contestó: “Me interesa que financien la presa Tal”.

El advenimiento de gobernantes y economistas jóvenes puso de moda que la república no hacía uso de su capacidad de endeudamiento.

En más de una ocasión se mencionaron porcentajes de endeudamiento que el producto interno bruto de un país resistía sin problemas. Estas ideas calaron hasta el punto, que hoy hacemos muy poco o nada sin “ayuda” externa. Hemos llegado al punto donde para pagar la deuda a los generadores eléctricos, requerimos de un préstamo.

Los lectores que tengan duda de la importancia de la independencia económica de un país pueden leerse el libro denominado Confesiones de un Matón Económico (Confessions of an Economic Hit Man).

En éste, el autor, John Perkins, relata sus experiencias en una empresa sita en Boston, Estado de Massachussets, “convenciendo” a los países que contrajeran deudas con instituciones estadounidenses o multinacionales y las consecuencias para los que no obtemperaron.

Me maravilla que capitanes de la industria, como suele llamárseles, abogan frecuentemente por ideas que a la larga restringirían aún más la independencia del país y afectará su propia independencia. No hay comerciante o industrial, grande o pequeño, extraño a los amarres de los préstamos. No creo que tampoco alguno se preste a que le manejen su negocio los banqueros o un “Comité de Asesores Extranjeros”.

El orgulloso criterio que justamente usan los capitanes de la industria con sus empresas, es el que debieran proponer para el país. Deberían presionar y ayudar decididamente para conseguir una buena administración gubernamental que conduciría a la independencia económica del país. No permitir que el gobierno de turno se corrompa y mucho menos contribuir a su corrupción. Si así se hiciera, otro país tendríamos.

El problema nacional, llámese pobreza, eléctrico, abastecimiento de agua, arreglo de calles y carreteras, delincuencia, etc., no es otro que económico. Las malas prácticas administrativas de todo tipo, públicas y privadas, en los últimos gobiernos, nos han puesto en el hoyo en que nos encontramos, necesitamos un giro de ciento ochenta grados y fijar un norte claro. Si no logramos esto, las soluciones continuarán siéndonos impuestas y serán necesariamente temporales.

Independencia económica es el primer paso, nos lo enseña la Historia, entre otras la dominicana.

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