El prodigioso Mario Bauza

El prodigioso Mario Bauza

POR ALEXIS MÉNDEZ
El prodigio Mario Machín necesitaba un trompetista para su cuarteto, y al parecer la ciudad de Nueva York se había negado a presentarle al individuo ideal. Mario, que escuchó la conversación, se dirigió a Machín y le pidió que le diera la oportunidad de ser ese trompetista.

Todos quedaron sorprendidos con la petición del muchacho. Y más aún porque a él se le conocía como ejecutante del clarinete, instrumento con el que ocupó un atril en la orquesta sinfónica de la Habana. Le preguntaban si estaba consciente de lo que decía. El solo pedía que le compraran una trompeta y le dieran unos días para aprender a tocarla.

–Eso sería imposible –le respondió Machín–. Tengo por entendido que tú eres un clarinetista, y la forma de embocadura del clarinete nada tiene que ver con la técnica empleada para sacarle sonido a una trompeta.

–Si en realidad necesitas un trompetista, compra una trompeta y veras– Esas fueron las últimas palabras de Mario, las cuales fueron detonante de la carcajada colectiva que allí se formó.

Los días pasaban y Machín no encontraba al trompetista adecuado. Muchos se acercaban a él pero no lograban complacer a las exigencias sonoras del cuarteto. Pensó que no le que- daba más remedio que viajar a Cuba en busca de uno. Pero antes de embarcar, quiso buscar la última opción en Nueva York. Compró una trompeta y fue en busca de Mario.

–Aquí tienes –le dijo desesperanzado–. No sé por qué hago esto. A lo mejor en 5 ó 6 años te conviertes en un trompetista famoso, y la historia me reconocerá el haberte regalado tu primera trompeta.

–No te preocupes Machín –respondió Mario. –Ya tienes un trompetista para tu cuarteto.

Mario casi no dormía. Dedicaba largas horas de estudios, conviviendo entre partituras y su trompeta. Apenas salía a comprar comida. Pero nunca se vio abatido. Sentía plena emoción porque estaba seguro de que pronto se convertiría en un trompetista profesional.

15 días después, Mario llegó a los ensayos del cuarteto. Todos quedaron sorprendidos por la afinación que el joven podía lograr. Ese mismo día Mario se aprendió el repertorio de la agrupación, lo demás fue historia.

Todos los músicos de Nueva York comentaban la increíble hazaña. Hablaban de un tal Mario Bauza, trompetista del cuarteto de Antonio Machín, y que además empezaba a ser demandado por pequeñas bandas de música latina para realizar grabaciones.

Pero la trompeta no era su predilección. Vivía enamorado del saxofón. Desde que llegó a Nueva York, no hacía más que ir al Paramount Theatre a escuchar a los más notables intérpretes de este instrumento. Soñaba con tocar en las bandas de jazz neoyorquinas, y ser partícipe del esplendor de la era del swing. Aquella pasión lo llevó a enseñarse a sí mismo cómo tocar el saxo alto.

Para el 1932, Mario ingresó a la banda de Noble Sissle como saxofonista. Una noche, mientras tocaba en el Savoy Ballroom, el baterista Chick Webb le escuchó. De inmediato, este le ofreció un lugar en su orquesta.

Al poco tiempo Mario se convirtió en el director de la banda de Chick Webb en la que empezó a introducir elementos rítmicos del son en las estructuras del jazz.

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