El PT y la metafísica de las costumbres

El PT y la metafísica de las costumbres

LEONARDO BOFF
Dando seguimiento a la crisis política y moral interna del Partido de los Trabajadores (PT), son muchos los que, perplejos, se preguntan: ¿cómo se pudo llegar a eso, a que la cúpula del partido traicionase los principios ético-políticos que el PT como conjunto siempre predicó y que al llegar al gobierno central negó rotundamente?  No quiero recurrir a la sabiduría cristiana que en su realismo histórico siempre afirmó la profunda ambigüedad del ser humano, demens y sapiens, justo y predador. Si no se somete a una autovigilancia permanente y a un control social, tiende a caer en el error, la injusticia y la corrupción. Como el discurso teológico no es moneda corriente, prefiero remitirme a Enmanuel Kant (+1804), uno de los pensadores mayores de la ética. Él tal vez nos ayude a entender la presente tragedia.

En su «Crítica de la razón práctica» (1788) y en su «Metafísica de las costumbres» (1797) propone un «principio moral» (Moralprinzip) y una «ley de costumbres» (Sittengesetz) que considero permanentemente válidos. No prescribe ningún contenido concreto, que podría ser relativizado por la historia o por la diferencia de culturas, sino una actitud básica a ser vivida en todo momento por los seres humanos: «Obra de tal manera que la máxima de tu voluntad pueda siempre y al mismo tiempo valer como principio de una legislación universal». En otras palabras: vive una ética personal con tal excelencia, que pueda valer siempre para todos.

El sentido profundo de la intuición kantiana es articular lo personal con lo universal. Concretamente, no hay una ética personal que va por un camino, y una ética social que va por otro. Lo que vale para una debe valer para la otra. Más todavía, el principio kantiano establece por dónde debe comenzar la ética: por la propia persona. Sin ésta, la ética social no se sostiene.

¿Qué ha ocurrido con los dirigentes del PT? Se concentraron en la ética social descuidando la ética personal. Aun siendo indulgentes con ellos, podemos suponer el siguiente argumento que sabe a Maquiavelo o a marxismo vulgar: si el fin es bueno, y si conseguimos inaugurar un tipo de política que libera a los oprimidos, no importan los deslices éticos.

Aquí está el equívoco que abre el camino a la corrupción. Es una corrupción diferente de la corrupción tradicional, que es patrimonialista, o sea, que intenta el enriquecimiento del patrimonio personal. En este caso, se ha dado un patrimonialismo partidario: beneficiar al partido para perpetuarse por muchos años (¿tal vez 20?) en el poder, a fin de llevar a cabo el proyecto liberador.

El fin colectivo puede parecer bueno. Pero el sujeto que realiza la consecución de este fin bueno no se muestra bueno. La ética social ha pervertido a la ética personal. Este comportamiento, según Kant, no es universalizable.

Conclusión: no hay ética social que dispense la ética personal. La revolución ética debe comenzar con la persona. Ésta nunca es un individuo en su espléndido aislamiento, sino que como persona es un nudo de relaciones dirigidas hacia todas las direcciones, por tanto siempre social. Quedarse sólo en lo personal sin darse cuenta de lo social ahí escondido, limita los cambios. Quedarse sólo en lo social sin darse cuenta lo personal ahí presente, aborta las transformaciones. Hay que articular siempre lo personal con lo social y ser éticos de punta a punta. En caso contrario, se termina siempre en tragedias como ésa de la cúpula herodiana del PT. Y ahí vienen las decepciones, y todo se retrasa en el proceso de liberación.

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