El pueblo habló

El pueblo habló

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Una vez más el votante dominicano, el que acudió a los colegios electorales o el que se abstuvo a consciencia el pasado 16 de mayo, demostró su grandeza y superioridad sobre la clase política que no supo asimilar los resultados de las elecciones y todavía les dura el pataleo del perdedor, queriendo convencer de que su derrota se debió a un fraude colosal y quedar bien frente a sus padrinos y seguidores que se sintieron frustrados ante el derrumbe de su favorito.

El resultado de las elecciones sirvió para confirmar una vez más de que la sombra del fraude siempre está en boca de los perdedores y más si son perredeístas. No importa lo diáfano y limpios que sean los comicios como ocurriera ese día, los percances fueron estimulados por la incapacidad de los miembros de los colegios electorales que a veces ni siquiera sabían sumar o escribir bien. También que los partidos, con sus delegados, fueron desbordados por los ganadores mejor organizados supieron defender sus actas y llevar el control de cada colegio para que no se le esquilmara el voto.

Por otra parte, las elecciones sirvieron para demostrar lo que todo el mundo temía acerca de la conducta de la Junta Central Electoral, que en un raro mangoneo y vaivenes al por mayor, actuaron al mejor estilo de aquellas películas de Cantinflas para quedar bien con todo el mundo. Primero apoyaron los errores de sus patrocinadores del PRD con inscripciones tardías y bendición de alianzas fuera de tiempo, para luego darle las espaldas y actuar con juicio en las decisiones finales de la Cámara Contenciosa que evitaron sin dudas males mayores a la paz social.

El votante decidió continuar el castigo a las huestes que se agruparon en la llamada alianza rosada, donde el PRD tenía la hegemonía; el arrastre de su mal gobierno finalizado en el 2004, perdura en el sentir nacional del cual se salvaron aquellos síndicos que en sus municipios llevan a cabo una loable labor reconocida por sus munícipes y por encima de sus banderías políticas.

Para los reformistas su actuación, que si bien les produjo beneficios al número de senadores pero perdió en su número de diputados, significa que el sentir de la gente prefería que el remanente de partido, de lo que el doctor Balaguer conformó en sus años de gloria, es una sombra muy mala de la misma y que lamentablemente por la incapacidad de la dirigencia actual se van opacando en el tiempo. Es por la ceguera clásica de los políticos que anteponen sus ambiciones por el disfrute de la administración de mucho dinero, o lo que realmente debe ser una entidad política que trabaje por el bien de la comunidad.

El PRD, después de su desastrosa administración concluida en el 2004, continuó recibiendo el rechazo del pueblo y más ya que se vio la mano del político, que siendo presidente, quiso reelegirse, alcanzó y mantiene la tasa más alta de rechazo en la historia dominicana. Quizás tenga esperanzas de renacer de las cenizas como ha ocurrido con otros políticos debido a que los pueblos olvidan, tal como ha ocurrido recientemente con Alan García en Perú y ocurrió con Richard Nixon en los Estados Unidos o con el doctor Balaguer. Ellos salieron estigmatizados y luego fueron considerados como la salvación por los errores de sus rivales en el poder. Algunos de los rehabilitados por el pueblo cumplieron esa prueba de confianza en momentos que otras opciones se desnudaron frente al país y sacaron a relucir sus deficiencias morales y de capacidad.

Las elecciones pasadas confirmaron lo que tantas veces ha ocurrido en los pasados 40 años cuando se celebran elecciones, de que el pueblo acude con civismo a los colegios electorales a depositar su voto, y al cierre de los mismos es que comienzan las maniobras de los perdedores para desvirtuar la decisión cívica del votante, entonces es necesario acudir a árbitros externos y presiones internacionales para evitar un descalabro cuando los perdedores quieren torcer los resultados que les fueron a adversos.

Y de eso de patalear más que nadie se destacan los perredeístas en las elecciones que han perdido y siempre alegan fraudes y buscan apoyo internacional. Hasta ya se consigna en algunas historias dominicanas de que sus derrotas del pasado se debieron a fraudes que hicieron los ganadores para empañar la conducta del pueblo que los rechazó en las urnas. Afortunadamente, cuando el PRD llega al poder, los rivales de los demás partidos no alegan fraudes, pero los perredeístas se encargan de demostrar su incapacidad realizando una desastrosa administración de gobierno, para confirmarse de que si están en el poder, no saben gobernar.

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