El pueblo soy yo

El pueblo soy yo

La afortunada o desafortunada frase se le atribuye Luis XIV, Monarca de Francia, quien  impuso su estilo y su esplendor durante  los Siglos XVII-XVIII, habiendo pasado a la historia conocido también como el Rey Sol.

Su frase lapidaria apenas sobrevivió a su fastuoso reinado y el de su sucesor Luis XV, pues poco después, Luis XVI, vio, si es que pudo verla, caer decapitada su testa coronada y toda la dinastía monárquica que se vino abajo con ese hecho tras la toma de La Bastilla, la Revolución Francesa y la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” del 1789. Con ella, el  principio universal que  todas las naciones y todos los pueblos del mundo, una vez lograda su idílica independencia y soberanía -aunque no siempre liberados de la tiranía y  la opresión- plasman en sus constituciones “democráticas, populares y representativas”,  tal el caso de  la nueva Constitución Dominicana del 26 de enero 2010, que en su Art. 2., proclama: “La soberanía reside, exclusivamente, en el pueblo de quien emanan todos los poderes…”

Lincoln lo reconoció bellamente al definir la democracia como “el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”, y desde entonces y desde atrás, ningún gobernante, del centro, de  derecha o de izquierda como ningún  tirano, caudillo  o tiranuelo, por el hecho de que lo fuera, ha dejado de hacer profesión de fe y proclamar su obediencia y sometimiento absoluto al pueblo soberano, de “quien emanan todos los poderes” y dicen que es el que dice la última palabra sobre la suerte y el futuro de la nación, muchas veces, coincidencialmente, identificada o confundida con el futuro y el deseo incontrovertible del gobernante de turno, con vocación no oculta de tirano o  pichón de dictador.

Nunca se le oyó decir, ni se le habrá ocurrido decir públicamente, aunque lo haya pensado, aquella frase sacrílega “El pueblo soy yo. A lo sumo, eso sí,  han tenido la valentía de declararse “instrumento del Destino”, que no es poca cosa. Con lo que dejan una brecha abierta para establecer, muy claramente, que si el pueblo lo aclama y lo reclama, una y otra vez,  no es porque el gobernante quiera: “la voz del Pueblo es  Voz de Dios”, a esta y a aquella hay que obedecerla y por ellas sacrificarse por el bien de la nación. Tampoco hay que reprobarle  la forma de hacer para que se cumpla la voluntad popular o la divina. El Destino decidirá el método que se escoja. El Señor dijo, no se en cual de las escrituras sagradas: “A Dios rogando y con el mazo dando.” Así que estemos  preparados. Guerra avisada no mata soldado, y cuando soplan vientos violentos y asoman negros nubarrones, señal de peligro de tormenta es.

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