El punto en la lengua

El punto en la lengua

POR MARIVELL CONTRERAS
A Yaqui Núñez del Risco y Rafael Núñez Grassals.

Fue en la pasada feria del libro que compré el ejemplar La punta de la lengua, de la colección Punto de lectura (Alfaguara) de la autoría del filólogo español Álex Grijelmo.

En la portada con estilo de crucigrama se especifica de qué se trata: «Críticas con humor sobre el idioma y el diccionario».

Confieso que me lo leí «como una novela».  No podía parar de leer y de reír.  Y es que Alex Grijelmo tiene una forma de escribir, primero muy llana y descriptiva –pero sin cargar- y encima con un excelente manejo de la ironía y del humor inteligente.

Pues este libro, que lo compré a un precio irrisorio ¿quién dijo que no se pueden adquirir buenos libros a baratísimos precios?, es un verdadero tesoro.

Dividido como está en doce capítulos, con una extensa y explicativa introducción, Grijelmo nos interna en el mundo del buen decir, de los orígenes de las palabras y de los errores en que ha caído la academia aprobando términos que se usan por moda y que cuando vienen a ingresar ya están prácticamente en desuso.

Pero también recupera algunas palabras, hermosísimas y antiguas, a las que la academia y sus académicos se han negado por cientos de años, a pesar de seguir vigentes en el común hablar.

Álex Grijelmo critica ácidamente la excesiva cantidad de palabras provenientes del idioma inglés que han pasado a la biblia del español, muchas inclusive en su propia grafía y sonido, a pesar de que existen otras en nuestra lengua que expresan lo mismo, con más belleza y precisión.

Además analiza los nuevos vocablos que se han incorporado, del inglés al lenguaje cotidiano del mundo de la informática a todos los niveles de la comunicación –sin contar las que en español han perdido su sentido original  para formar parte del tinglado  digital.

Lo único que no me gusta, lo confieso, pero no me atrevo a contradecirlo, es que la mayoría de las culpas por los desafueros lingüísticos los achaca primero a nosotros los periodistas y luego a los medios de comunicación.

Leyéndolo fui revisando mentalmente los casos en que yo también infringía las reglas del español y algunos casos vistos y leídos que en algún momento llamaron nuestra atención y que por la constante del uso no nos atrevíamos a reconocerlo como un error.

Pero, con Álex (sí, el acentúa, la A de su nombre) Grijelmo no queda de otra.  Y es que en el uso del idioma todos, hasta los más preparados y respetados en su oficio pueden caer en la tentación de mal usarlo y hasta dejarlo plasmado y grabado para la posteridad.

Un caso que llamó mucho nuestra atención es el de Joan Manuel Serrat, a quien el filólogo español le descubrió más de un gazapo en más de una de esas inmortales y bellísimas canciones que ha escrito, cantado y grabado.

Por ejemplo, en Mediterráneo, a la que considera como «una de las más maravillosas canciones jamás escritas», el cantautor catalán escribió: Ah, si un día para mi mal/ viene a buscarme la parca. Empujar al mar mi barca/ con un levante otoñal/ y dejad que el temporal /desguace sus alas blancas/ y a mí enterradme sin duelo/ entre las playas y el cielo.

El despiste de Serrat está en el imperativo que se cuela como infinitivo (empujar) para seguir con «dejad» y «enterradme».  Dice Grijelmo, que de eso sabe mucho, que Serrat hubiera quedado mejor si hubiera escrito y cantado «empujad al mar mi barca», coincidiendo con el tono del resto de la canción.

Otro error Serratiano lo ubicó en «Aquellas pequeñas cosas» en el primer verso: Uno se cree/ que los mató el tiempo y la ausencia… son aquellas pequeñas cosas…

En fin que Serrat cuando recogió las letras de todas sus canciones en un libro enmendó el error y dejó sentado cantando en directo:  Y uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia.

Cositas de nada, pero que son muchas y quedan sentadas erradas en la memoria.  Yo después de La punta de la lengua de Álex Grijelmo pienso que estoy leyendo y escribiendo mejor.

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