«El que no entra a educación con una vocación de servir no realiza un buen trabajo»

«El que no entra a educación con una vocación de servir no  realiza un buen trabajo»

MONTE PLATA. –El amor y el respeto a la carrera docente, muchas veces se aprende influenciado por ejemplos de pilares familiares como los padres y abuelos de una persona. En la casa de Raudo Sosa su papá fue maestro, su mamá igual, sus hermanos siguieron la misma línea y él, amante de la educación, también siguió la pasión.

Raudo fue profesor por 32 años. Ahora está jubilado, pero su legado ha marcado varias generaciones en su natal Monte Plata, incluyendo a sus propios hijos que, también, se forman en el magisterio.

Inició a la edad de 17 años como maestro interino en el año 1981, en la escuela primaria rural La Jagua, ubicada en el Distrito Municipal de Don Juan. Dos años después fue trasladado a la Escuela Básica Don Juan, donde se desempeñó por cinco años como docente del nivel básico y, más tarde, como director coordinador.

Raudo explica que creció en una familia rodeado de maestros, ya que sus padres Raymundo Sosa Chavier y su madre María Aquino Sánchez, así como sus hermanos Modesto, José Luís, Luz Altagracia y Carmen Margarita, son docentes.

“Mis papás representaron mi mayor ejemplo a seguir. Desde muy pequeño los veía trabajar con tanto entusiasmo y dedicación, y muchas veces hasta salían a convencer a las personas del pueblo, quienes no tenían esa cultura de mandar los hijos a la escuela, para que enviaran a los niños a estudiar”, indicó Sosa con mucho agrado.

Cuenta que entró a la escuela Félix Evaristo Mejía motivado por su madre, quien desde que era muy pequeño “me decía que yo debía ser maestro por mi dedicación”, y aquello que empezó como una sugerencia terminó siendo su pasión y oficio.

En el año 1990 fue designado director de núcleo escolar interino y 3 más tarde fue escogido por la ministra de Educación de aquel entonces, Jacqueline Malagón, como director de distrito educativo 17-01 de Yamasá, finalizando su carrera docente en el Liceo Gregorio Luperón de Don Juan hasta que fue jubilado en el año 2012.

Padre de tres hijos, Doralí de 31; Robin de 28 y Carlos de 25 años, quienes también comparten la labor de educar, dijo que “vivir en un hogar donde los padres son maestros y tener familiares como abuelos y tíos que son educadores también, eso envuelve a los niños”.

El profesor indicó que ver estudiantes que llegaron a él con dificultades especiales y poder orientarlos de la manera correcta, es una de las satisfacciones más bonita que un educador puede recibir.

“Lo más importante de ser maestro es saber que has dedicado la vida a una carrera que tiene un valor fundamental para la sociedad. Saber que con tu trabajo contribuyes de manera significativa a la formación de familias, a que jóvenes que no tenían perspectivas y una visión de futuro, pudieron encausar por el camino correcto, aportando a la sociedad como personas de bien, es muy valioso”, refirió Sosa evidentemente emocionado.

Dijo que ser maestro es un proceso de crecimiento profesional y personal permanente y que la vocación debe ser la motivación número uno para todas aquellas personas que quieren entrar a las aulas.

Al hablar sobre los cambios que han surgido en el sistema educativo desde sus inicios hasta ahora con la Revolución Educativa, Raudo dice que el maestro cuenta con todos los recursos didácticos requeridos para hacer un trabajo de calidad.

“Ya tenemos un sistema educativo que proporciona a más del 90 por ciento de los estudiantes los libros y herramientas necesarios. Ahora el problema no es si hay o no libros, ahora el problema es ayudar a que los aprovechemos bien, y eso va depender de que el maestro se empodere y pueda utilizar eso para hacer una labor más productiva”, precisó.

Raudo Sosa llamó a las nuevas generaciones a no ver la carrera como un oficio más. Dijo que el magisterio es una profesión especial que necesita gente involucrada, que amen la educación, personas que respeten a los niños y que hagan una labor sabiendo que lo más importante es servir.

“El que no entra a educación con una vocación de servir no va a realizar un buen trabajo. No será el maestro que la sociedad necesita, ni el maestro que los niños quieren. No podrá entregarse en cuerpo y alma a la labor de educar”, finalizó.

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