El que perdió, perdió; y el que ganó, ganó

El que perdió, perdió; y el que ganó, ganó

ANTONIO PEÑA MIRABAL
Hacen muy mal los candidatos perdedores de las pasadas elecciones congresuales y municipales, en estar promocionando acciones que involucran a sus seguidores, sabiendo que la voluntad popular no le favoreció con el voto. Algunos se han lanzado a hacer celebraciones extemporáneas y ya hay algunos muertos. Otros se han dedicado a acusar al Gobierno y al Partido de la Liberación Dominicana, PLD, a través de los medios de comunicación del país, de cometer supuestas irregularidades, tales como compra de cédulas, uso de los recursos del Estado, uso de la fuerza pública, etc., con el único propósito de empañar el limpio proceso ejercido por el pueblo dominicano el pasado 16 de mayo, que otorgó al PLD una mayoría congresual y municipal, que al parecer los que suscribieron la Alianza Rosada no esperaban.

Los que han hecho uso de los medios de comunicación han actuado con irresponsabilidad, porque han dicho de todo y no han aportado la primera prueba de todas sus denuncias ante la Junta Central Electoral. Han hablado de robo de urnas, de irrupción de militares a centros de votación, etc., se han remontado en sus fábulas, a los doce años transcurridos del 1966 al 1978, donde esas prácticas fueron impuestas desde el partido oficial de la época y desde el propio palacio presidencial, en una franca confrontación con la voluntad del pueblo dominicano. A esos que han ido a los medios a hablar mentiras les ha faltado el decoro de los que en buena lid han reconocido públicamente el triunfo de sus adversarios, lo que los engrandece para futuras contiendas.

Con mentiras pretendiéndolas convertirlas en verdades, no es que el PRD-PRSC-PPH se potabilizarán frente a la población votante; por el contrario, radicalizan a sus adversarios, porque faltan a la inteligencia de nuestro pueblo. En este país todo el mundo sabe quién siempre fue el artífice de los fraudes electorales, qué partido fue el que obtuvo senadores de palitos y ceritos en las elecciones de medio tiempo del 2002; por tanto querer endilgarle a otros lo que es típico en ellos, no es más que un ejercicio que cuestiona la capacidad de nuestro pueblo para separar a los mansos de los cimarrones. Es una irresponsabilidad garrafal convocar a los medios de comunicación para informar al país de un supuesto triunfo que nadie le ha otorgado. Se empequeñecen esos dirigentes cuando hablan con tanto desparpajo esas mentiras, como si el pueblo fuera estúpido para creerle esos desatinos. Al no asumir una actitud responsable lo que hacen es descalificarse para futuros eventos.

Comete un desatino el pasado candidato a senador por la Alianza Rosada en la provincia de Santiago, cuando se declara ganador del proceso pasado, sabiendo él y su partido que los santiagueros votaron ampliamente para que el doctor Francisco Domínguez Brito sea la persona que pase a ocupar el escaño de la provincia en el Senado de la República. ¿Qué busca este señor con estas declaraciones destempladas? ¿Hacia dónde quiere conducir este señor el curso de los acontecimientos? Por suerte, que ni la población, ni su propio partido han dado veracidad a esas declaraciones que persiguen enturbiar los resultados, y lo han dejado solo en lo que se interpreta como el pataleo tradicional de todo el que pierde alguna contienda.

Ese señor gana más para su futuro político reconociendo públicamente el triunfo de Domínguez Brito que diciendo que ganó sin ganar. Debería imitar el ejemplo de su compañero Alfredo Pacheco, que reconoció el triunfo de Roberto mucho antes de la JCE tener registradas las actas que confirman dicho triunfo; lo mismo que su compañero pepeachista Hernani Salazar, quien reconoció a tiempo su derrota y fue a felicitar a su contrincante del Bloque Progresista, ingeniero Amílcar Romero. Los tiempos en que el que perdía arrebataba son cosas del pasado, el país es otro, la población ya no tolera imprudencias de sus dirigentes políticos. Los nuevos tiempos aconsejan a los competidores a prepararse a perder o a ganar, porque ya no es posible con bravuconadas, y falacias hacer torcer la voluntad expresada en las urnas, porque el que perdió, perdió, y el que ganó, ganó; así de simple, y el que pretenda revertir eso se encontrará con la realidad de que ya este pueblo despertó, y que no es posible imponerle nada que el no haya votado.

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