Alguna vez un cantor y poeta vino de lejanas tierras a decirnos: “Le tengo rabia al silencio /por lo mucho que perdí. / Que no se quede callado /quien quiera vivir feliz”.
Es evidente el valor de las palabras, y que con ellas debemos avanzar. No encerrarnos, sino compartir planes, ideas, aspiraciones. Llegar con ellas hasta el mismo centro del alma.
Renacer, reemprender empeños, distinguir debilidades y premuras.
Afianzar cariños. Borrar enojos; entender reclamos. Ser justo y comprensivo. Aguardar en los andenes de la vida con serenidad y con prudencia. ¿Para qué oficializar el silencio? ¿Silencio contra silencio en un mundo de frustraciones? Por eso el cantautor y poeta continuó.
“Hay silencio en mi guitarra /cuando canto el yaraví, /y lo mejor de mi canto /se queda dentro de mí”.
Un compatriota suyo, entonó:
“Me enamoré del silencio /y en él largos ratos me suelo quedar, /de tanto escuchar mentiras /y a veces decirlas, por eso será”.
Pero usted, don Atahualpa Yupanqui nos había advertido:
“Cuando el amor me hizo señas /todo entero me encendí /y a fuerza de ser callado, /callado me consumí”.
Usted mismo condenó la rabia por su capacidad de enmudecimiento. ¿Cómo no iba a tenerle rabia a ese agente perturbador?
Vamos don Ata, legendario Atahualpa Yupanqui, argentino y vasco, legalmente asentado en actas de nacimiento como Héctor Roberto Chavero Aramburu, indígena y español de las Vascongadas, nacido en el Campo de la Cruz, en J. de la Peña, partido de Pergamino, al norte de la provincia de Buenos Aires, el 31 de enero de 1908, y fallecido a sus ochenta y cuatro años, en Nimes, Francia, el 23 de mayo de 1992:
“Le tengo rabia al silencio /por lo mucho que perdí. /Que no se quede callado /quien quiera vivir feliz.
Atahualpa: “El que vino de lejanas tierras”.
Yupanqui: “A decir cosas”.
“Donde sienta un chiflido amistoso, ahí me apeo, doy las gracias y pelo la guitarra. Si nada me dicen, sigo caminando, que es quizás el signo determinante de mi destino: caminar, caminar siempre…
(Atahualpa Yupanqui, Antología; Editorial Novaro, S.A., Barcelona, España. Primera edición 1973).