Somos testigos de un resurgir de la literatura realista, pero con una diferencia sustancial que la separa del realismo del pasado. Aquella, es decir la del siglo decimonónico, intenta hacer de la literatura un documento que pueda servir como testimonio de la sociedad de su época por medio de una estética que se ampara en una ética y una moral cimentada en la objetividad. A la tendencia actual le podemos llamar el nuevo realismo ingenuo en el cual se presentan copias exactas de situaciones simples de la vida cotidiana. Se exponen como el objetivo del lector sin que el escritor sea capaz de fungir como mediador sino como el fotógrafo neófito que toma una imagen al azar sin ningún fin fundamental, y la enmarca: esta vez en forma de libro.
Por consiguiente, una parte de la literatura que se escribe hoy se queda en la superficie: en el retrato sin metáfora; en la exposición sin simbología; en palabras llanas sin poesía; en la exposición simple del objeto sin un concepto explícito o implícito que medie entre el creador (artista) y el re-creador (observador o lector). Se pretende, repito, que la obra de arte sea una copia exacta de la vida, donde los objetos y las personas sencillamente existen
Algunas personas serán capaces de descubrir la esencia del retrato sin vida, mientras que para la gran mayoría pasará desapercibida porque seguirá en el patio exterior. El objeto en su simpleza y contexto se muestra y se pretende que sirva para conocer y entender la totalidad, a pesar de la ausencia de la magia que le imprime el trabajo del autor que surge de un pensamiento dirigido. En principio, podría parecer posible, y hay que aceptar que quizás se logre en algunos casos.
Así pues, existe una tendencia a la publicación de una literatura del tipo que Henry James llamó metálica por su condición de ser fría e inflexible. Pero antes de continuar, aviso que no mencionaré títulos porque no se pretende señalar a ninguna obra en particular sino reflexionar sobre un hecho que se repite. Son escritos que en busca de lo verosímil retratan una imagen sin importarle el fondo de la realidad o el alma que yace en el texto. Se quedan en la superficie. Nos presentan drogadictos, sinvergüenzas, prostitutas, vagabundos, los guetos con su reggaetón barato y desnaturalizado que se ha olvidado de las letras de las canciones sociales de sus orígenes y que ahora, en la mayoría de los casos, solo invita al sexo barato y a drogarse para estar high por la vía rápida y alcanzar una felicidad transitoria que se esfuma con rapidez.
Estos textos nos invitan a través de personajes acartonados y lineales a entrar al mundo de historias triviales que no tocan al ser ni lo ayudan a entender lo que pasa y cómo le afecta este calamitoso y deforme inicio de siglo. Y es que no pueden hacerlo porque son solo una instantánea de una realidad más compleja y profunda.
Lastimosamente, duele leer una literatura escrita por gente dormida para gente dormida que flota en la superficie como lo hacen los escombros en el mar. Se trata de obras que exhiben un mundo sin luz a través de personajes sin matices de los cuales el lector lo desconoce todo. Textos de autómatas que admiran y copian el estereotipo de lo cool proveniente de otras latitudes: la furia de una generación se ha convertido en impotencia y la voluntad yace fracturada en una literatura plana.
Claro que solo en un aire global enrarecido y sin oxígeno como el actual puede darse el hecho de que en una época donde se invaden naciones que no están en guerra; se mata a miles de inocentes; y donde más de la mitad del mundo vive en pobreza extrema las obras de esta generación tiendan a ser de este tipo. Quizás se trate de la asfixia del pensamiento crítico donde la carga se hace demasiado pesada; entonces, las fuerzas se agotan y se dispersan impidiendo que el dolor del mundo externo signifique algo. Por otro lado, tal vez, se trate de la evasión necesaria para poder sobrevivir
Estos exponentes quedan cortos en su visión al mostrar una ejecución endeble y sin fundamento. Muchas de estas obras podrán estar bien escritas desde el punto de vista del lenguaje, pero inmaduras, vagas y sin alcance porque una verdadera obra de arte del tipo realista: primero, es la unidad del todo donde la belleza de la forma y la sustancia son inseparables para mostrar al ser humano y su destino; y segundo, es el gozoso despliegue de la vida plasmada por la voluntad del escritor como rico destilado del pensamiento crítico del artista que recrea, materializa y moldea las ideas tomadas de la realidad a través de los personajes y su mundo.
Y es que el verdadero arte provoca grandes despertares por la intermediación del artista, quien descifra y manifiesta en su obra los principios del ser cuando transciende la condición humana que acorrala al hombre dentro de límites aparentemente inexpugnables. El artista está dotado de la capacidad de explorar el alma humana y todo arte que no lo haga se traiciona a sí mismo al no cumplir con su fin.
Queda la esperanza de que los escritores jóvenes cargados de una fuerza creadora positiva y que han podido escapar de las influencias enajenantes de una época que insistentemente confunde y crea inseguridad se alejen de esta corriente vacía de lo que he venido en llamar nuevo realismo ingenuo en pos de una literatura que deje una huella perdurable. Escritos que sean capaces de hacer reflexionar sobre la situación del ser humano; obras de las que habla George Steiner grandes obras que nos atraviesen como grandes ráfagas que abren las puertas de la percepción y arremeten contra la arquitectura de nuestras creencias con sus poderes transformadores.
Recordemos que estos temas, y muchos otros tan sórdidos como los mencionados, han sido tratados por grandes novelistas de la literatura universal de todos los tiempos bajo las circunstancias de su época. Las pasiones, potencias y flaquezas humanas han sido analizadas desde el realismo -muchas veces social- por artistas de la fuerza y profundidad interpretativa de Fiodor Dostoievski, Leiv Tolstoi, Stendhal (Marie-Henri Beyle), Juan Bosch, Marcio Veloz Maggiolo, Ángela Hernández y Carmen Imbert, entre otros. Lo que hace diferente a este tipo de literatura es la forma magistral y poética de su narrativa, la hermosura del verbo y el contenido profundo que sacude, asombra y cambia al provocar una reflexión sobre la propia vida.
Bueno sería que bajo el ejemplo de este tipo de escritores la mente de los jóvenes talentos se convierta en prisma donde sus ideas acerca de la realidad converjan, se separen, se desintegren e integren con el único propósito de propiciar con su propio estilo e ideas el deleite estético que permita a través de la transparencia de la obra ver la luz para darle sentido a la existencia.
Finalmente, y a modo de reflexión sobre la importancia del arte, les dejo este pensamiento de Bruno Rosario Candelier, uno de los grandes maestros y pensadores de la literatura dominicana:
El arte encauza el sentido de la creatividad y desarrolla la energía espiritual de la conciencia. El arte concita la emoción estética, imprime un sentido trascendente a la vida y canaliza el sentido de la verdad y el bien.