El recio muro que niega paso

El recio muro que niega paso

El ascenso a posiciones de dirección y a candidaturas en los partidos políticos debería provenir -como indica la teoría- de los méritos y esfuerzos de los aspirantes sin sexo alguno en tratamiento especial; pero en República Dominicana la paridad reclamada, incluso por ley, choca con la cultura del predominio masculino. Real y efectivamente la mujer se encuentra en desventaja para mostrar capacidad y desarrollar liderazgos en las organizaciones partidarias. Algunas estructuras y mandos están atados a criterios que dan permanencia a la misma gente, abrumadoramente hombres, una rigidez que en los hechos también cierra paso a otros hombres. Proyectos políticos de magnitud, y en disfrute del ejercicio de poder, son motorizados por organismos de dirección congelados en el tiempo.

Funciona una barrera contra la renovación montada desde lo alto que garantiza la permanencia de unos mismos rostros y criterios en el accionar político mientras en la opinión pública, y en los partidarios excluidos, se anida la esperanza de que una nueva ley traiga emancipación. Pero el atraso de lo jurídico tiene el respaldo de quienes toman decisiones situándose en la inmovilidad para la postergación constante que impide escuchar la posición de militantes y seguidores; estos sobreviven atados a una voluntad que tranca juegos, incluso en perjuicio del país que aspira a mejores fundamentos para lo político y electoral.

En desprecio al descanso eterno

El enterramiento digno ha ido quedando mayormente al alcance de los niveles sociales que pueden pagarlo en cotos privados; y no por culpa de las iniciativas empresariales que se extienden en ese renglón. El desastre de los cementerios públicos expresado en apiñamientos de tumbas sin concierto y sin mantenimiento, además de una escandalosa vulnerabilidad a las incursiones de la delincuencia en diferentes lugares de la geografía, tiene su origen en la dejadez de autoridades, salvo pocas excepciones. La “última morada” de muchos difuntos es también el último desprecio de alguna autoridad en perjuicio de una nación que aspira a más respeto a los túmulos con los restos de seres queridos. Aquí se permiten muchos casos que los camposantos públicos estén cundidos de maleza y trechos en mal estado rodeando los montones de tumbas.

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