El reclamo de Capotillo

El reclamo de Capotillo

El negocio de las drogas ha sido en nuestros barrios el catalizador de numerosos males sociales, desde el vicio mismo del consumo hasta los delitos asociados al tráfico y la venta de estas sustancias. Capotillo, que no es la excepción en esa realidad, quizás abrigó la esperanza de que a través del programa Barrio Seguro lograría atenuar los efectos de este flagelo. Por lo menos, eso prometieron las autoridades que manejaron aquel ensayo, que aparte de no exhibir logros significativos, jamás pusieron el oído en el corazón del sector para conocer sus quejas de primera voz. Y el viernes, durante un encuentro con dirigentes comunitarios, el jefe de la Policía, mayor general Manuel Castro Castillo, tuvo que escuchar quejas a las que se ha estado prestando oídos sordos.

La queja de los comunitarios de Capotillo obedece a que la jefatura de la Policía no ha reemplazado la dotación que tiene asentada allí, que según lo expuesto ante el jefe policial, está al servicio del negocio de las drogas, en perjuicio de toda la comunidad. Se da por un hecho que ese no es un problema exclusivo del barrio Capotillo, lo que nos lleva a deducir la gravedad de la situación. Los barrios generalmente tienen voceros idóneos que alertan sobre situaciones como esta, pero si la autoridad presta oídos sordos a esas expresiones, tiene que ocurrir que en un momento determinado tengan que escuchar lo que durante mucho tiempo han evitado oír.

Leyes para tener algo que violar

Nuestro inventario de leyes no queda corto ante el de ningún otro país. Pero no podemos decir lo mismo en cuanto a vocación por aplicar lo que mandan esas leyes. Porque no se hace cumplir la Ley 241, tenemos índice récord de muertes y mutilaciones por accidentes y caos en el tránsito. Y por la misma causa, son altísimos los índices de evasión de responsabilidad civil relacionada con esos percances. Por eso es próspero el negocio de las medicinas falsificadas, entre otras prácticas delictivas.

El país tiene buenos instrumentos jurídicos, pero el déficit de voluntad para hacerlos valer nos cataloga como sociedad desorganizada, en la que son posibles las triquiñuelas y el soborno para pasar por encima de la ley y el orden, en la que hay facilidad para vulnerar el derecho de propiedad, las reglas de preservación del ambiente. En fin, tenemos leyes en abundancia para tener algo que violar.

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