El reflejo de Abidján

El reflejo de Abidján

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
En los últimos días, la ciudad de Abidján, capital económica de la antigua colonia francesa de Costa de Marfil, ha sufrido una aparatosa convulsión por el aparente error de las tropas marfileñas en atacar la fuerza Licorne francesa que se encontraban en ese país en misión de paz, como parte de los efectivos militares que tratan de mediar en la dividida república de Africa occidental.

Al matar nueve soldados franceses y un socorrista norteamericano, el presidente Chirac de Francia, ordenó la destrucción de los dos aviones atacantes así como cinco helicópteros artillados y la ocupación del aeropuerto de Abidján.

La República de Costa de Marfil era la colonia más próspera de Francia en ¦frica, al extremo de que su anterior capital Abidján, era considerada como el Paris africano al momento de obtener su autonomía en 1958 y su independencia en 1960. Este país fue gobernado con mano férrea por Houphouet Boigny desde su independencia hasta su muerte en 1994, quien por haber nacido y tener su residencia en la ciudad de Yamoussoukro, la designó como su nueva capital.

El cultivo y la exportación de cacao constituyen su mayor riqueza, siendo en la actualidad el mayor exportador mundial con aproximadamente un millón trescientos mil toneladas, lo cual significa un 46% del total del grano que se comercializa en los mercados internacionales. Por tal motivo, cualesquiera situación anormal que se suscite, sea esta de índole natural (sequía, plagas o inundaciones), o política (levantamiento o golpe de estado), afecta ostensiblemente el precio del denominado «manjar de los dioses»  en las diferentes bolsas comercializadoras, sean estas europeas o de los Estados Unidos de América. 

Nos vamos a referir, como ya lo habíamos escrito anteriormente, al paralelismo que existe entre aquel país y el nuestro. Los habitantes de Costa de Marfil, al igual que el nuestro, al ir adquiriendo un mayor poder adquisitivo, empezaron a desdeñar el campo. Los campesinos nativos comenzaron a emigrar a las ciudades y los propietarios de haciendas de cacao y café empezaron, para no perder sus cosechas, a incentivar la inmigración masiva de los países circunvecinos más pobres y altamente desempleados. De ese modo, se inició la «invasión pacífica» tal como aquí por nuestro vecino Haití, de jornaleros de los países limítrofes, como: Ghana, Burkina Faso, Malí, Guinea y Liberia y de el estado más poblado de ¦frica, Nigeria.

Cuando los marfileños se dieron cuenta de que más de una tercera parte de su población la constituían estos inmigrantes ilegales, quisieron ponerle freno al poder que representaba un líder cuyo padre había nacido en Alto Volta (hoy Burkina Faso) e introdujeron una reforma constitucional que establecía, que para ser presidente de la república, los candidatos debían ser marfileños de padre y madre nacidos en Costa de Marfil. Ahí se armó la de Troya. Los seguidores del candidato de esa manera eliminado y que sin dudas tenía una gran popularidad, se levantaron en armas y ocuparon la parte norte del país, librándose tan fieros combates, que tanto Francia como los Estados Unidos de América enviaron contingentes para tratar de buscar un avenimiento entre las partes encontradas. Posteriormente se involucró la Organización de Estados Africanos, bajo la mediación de Nigeria. En esa ocasión, y al ocupar los disidentes el puerto de San Pedro por donde se embarca la mayoría del cacao, hizo que se dispararan los precios a niveles nunca alcanzados en la última década.

La Organización Internacional del Cacao (ICCO), se iba a mudar desde Londres hacia Abidján en este año por acuerdo de cambio de sede, que nosotros, en nuestra calidad de presidente del Consejo, habíamos suscrito con el gobierno marfileño en el año 2002. En el edificio de la Castab, dos pisos habían sido ya habilitados para este traslado. Hoy, estamos seguros, que después de estos violentos acontecimientos, los integrantes del grupo de consumidores (importadores) en la ICCO, votarán en la reunión programada para celebrarse en Londres del 6 al 8 de diciembre, que se busque una sede alternativa. Lo lamentable del caso es, que la Costa de Marfil se había gastado más de dos millones de dólares en la rehabilitación de la sede y la ICCO también pierde, ya que había sido exonerada de pagar por diez años la onerosa renta que paga en Berners Street y que motivó la aceptación de la generosa oferta marfileña.

La semejanza en nuestro caso con la República de Haití es obvia. En nuestro territorio deben de haber más de un millón de ciudadanos haitianos que residen ilegalmente en nuestro país, lo cual ha motivado al Senado de la República a pedir su repatriación. El que quiera verificar el grado de infiltración que tenemos, sólo tiene que dirigirse a cualquier edificio en construcción, observar los vendedores ambulantes o recorrer la Cordillera Septentrional y la Central para que confronten nuestro aserto. Ya están aquí compitiendo y desplazando nuestra mano de obra. La frontera, como dijo el Director de Migración es inexistente. Nuestras Fuerzas Armadas, en lugar de tener tropas de «Cazadores» o boinas verdes en Constanza, deben de trasladarlas a salvaguardar nuestra línea divisoria y se conviertan como Duvergé, en el Centinela de la Frontera. Están por doquier, cuando tomen un poquito más de fuerza, un día podemos levantarnos como en Costa de Marfil, que por apatía y desidia, de próspera nación, se ha convertido en un constante campo de batalla. Dominicanos, mantengámonos alerta o la unificación de la isla como lo predica la Constitución del vecino, está al doblar de la vuelta.

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