El refugio preferido de Neruda

El refugio preferido de Neruda

ISLA NEGRA,  CHILE. La visita a la casa favorita de Pablo Neruda en  Isla Negra, es una experiencia extraordinaria. Los  primeros sentimientos  que provoca aquel lugar advierten que el poeta  no estaba atento a planos  y a tratados, sino a los resultados y a los efectos de sus miles de recuerdos.

Cada detalle de esta residencia es  una muestra que no tiene más pretensión  que saber que ahí vivió un artista que inventó su propia vida en  una atmósfera de  silencio e intimidad.

Más bien tenía en su mente vivir a plenitud, sin complicaciones, como un viajero,  pero en su propio espacio.

Al llegar advertimos  la primera frase que da la bienvenida: “Regresé de mis viajes y navegué construyendo la alegría”, e inmediatamente aparece Felipe, el guía de la casa, quien nos advierte  que no podemos tomar fotos  ni tocar los objetos que exhiben  en ella.

Llegamos a la sala, lugar donde existe una colección de máscaras de las más diversas formas y procedencias, regalos de muchos de sus amigos. Desde aquí  se disfruta  una magnífica vista al mar, donde toman preponderancia algunos de los famosos mascarones de proa: las dos Medusas, el gran Jefe Comanche, La Marinera de la Rosa  y la Micaela –la última adquirida por el poeta–,  también dos tallas en madera de ángeles con trompetas, y una cantidad de objetos que entregan esa primera impresión de una casa armada como un escenario poderoso.

En el comedor,  los mascarones de proa Jenny Lind y Morgan miran desde la altura, y la mesa parece esperar a los habitantes de la casa con unos copones de color rojo e individuales ingleses. Se aprecia también una cabeza de ángel y una virgen de Rapa Nui, ambas figuras talladas en madera.

Observamos  una enorme cantidad de botellas transparentes representando manos con puñales, botas, veleros colocados dentro de esos envases de vidrio y grandes tinajas de vidrios de colores.

Contó el guía, que en  el año 1939 Neruda buscaba un refugio para escribir el poemario “Canto general”, pues necesitaba de una especial concentración. Un lugar cerca del mar podía ser perfecto y un sencillo aviso del diario alertó al poeta y a su mujer de esos años, Delia del Carril. Se ofrecía un terreno y una pequeña casa en la costa del Pacífico, a poco más de cien kilómetros de Santiago, cercano al puerto de San Antonio. Isla Negra era, en esos años, una caleta de pescadores, un pequeño poblado casi desierto, sin comodidades y con muchas dificultades en sus caminos de acceso.

Tanto los pasillos que dan a las habitaciones como las puertas son  muy pequeñas, parecidas a la de los barcos, reflejo de su amor por la vida en el mar. 

Y es aquí, en su  habitación,  donde sencillamente suspiramos.  La cama da justamente a un  ventanal desde donde se aprecia el mar que unas veces ofrece toda su furia y otras  la dulzura de sus azuladas aguas, mirando hacia el  horizonte sin  fin.

En los espacios más íntimos, el dormitorio principal, zapatos, corbatas y chaquetas, vestidos de Matilde y cajas de música, entre otros objetos, nos acercan al Neruda cotidiano.

Seguimos recorriendo esta residencia hasta el lugar favorito de Neruda: su oficina, en la que no podía faltar una vista al mar desde lo alto que invade al visitante y  obviamente sirvió de  inspiración para  muchos de sus  poemas.

Aquí no faltan sus manuscritos, tanto en español como en francés, sus pipas, hojas, y de nuevo una amplia colección de diablillos de cerámica provenientes de México, fotografías de los  hombres más admirados del poeta: Whitmann y Rimbaud, entre otros.

Unos espléndidos planisferios pintados en vidrio, cajas de insectos extraños y mariposas coloridas y multiformes, alfarería de Latinoamérica, animales, figuras, tallas de Rapa, relojes, estribos de diversos orígenes, instrumentos de navegación, mapamundis, un baño tapizado de tarjetas postales con el erotismo de siglos pasados y caracolas de todos los tamaños con sus nombres científicos, llenan el espacio. 

Zoom

La tumba

Por ultimo, el guía nos llevó a la  ampliación de la casa, donde  existe una  amplia  colección de caracolas  y nos invita a  pasar al patio donde está la tumba de Pablo Neruda y de su esposa Matilde, nuevamente frente al mar.

En suma, la impresión deja en el visitante la sensación de una vida realmente especial, de una persona auténtica que  -creemos- encontró en su existencia lo que realmente buscaba.

La primera ampliación de esta casa se inició en el año 1943 y  terminó en 1945.

En este proyecto contó  con la ayuda del arquitecto español Germán Rodríguez Arias.

Más de tres mil quinientos objetos están inventariados e instalados, sin posible dispersión, en los distintos espacios de la casa.

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