El regreso a la dureza de los precios altos. El sol de la carestía, imposible de tapar con un dedo, lanza en pleno «invierno» el intenso calor de lo prohibitivo cuando no basta el ingreso familiar; visible con fuerza en las exhibiciones de diversos niveles del comercio de alimentos y de otros renglones imprescindibles para el diario vivir.
Es probable que los plátanos, yuca, batata vegetales etc, todos muy perecederos, que llegan del campo a las ciudades, escapen bastante a las presiones encarecedoras tan en boga. Se sale de ellos con rebajas o se pudren.
Lo peor es cuando hay que regresar a casa cargado de cereales, incluyendo arroz, harinas, lácteos, grasas comestibles y la gama completa de enlatados que diversifican las opciones alimentarias y facilitan la cocción, artículos que hasta hace poco exhibían precios manejables.
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¡Ya no es así! Los sueldos que sobrevivieron a los gastos excepcionales de Navidad amortiguados por la regalía enfrentan en enero los latigazos de alzas, en parte esperadas pero no con esta intensidad que confisca liquidez.
Además del clásico agiotaje, escasamente perseguido, los elevados costos logísticos y de producción externos arremeten sobre el país sin excepción de mercancías, todas sometidas a aranceles e Itebi mal estructurados y que presionan al alza; todas bajo la dura repercusión de combustibles por las nubes y gases propano y natural que pierden el don de aliviar las urgencias económicas de consumidores pobres y de clase media baja. ¡Sálvese quien pueda!