El regreso de la Pájara Pinta

El regreso de la Pájara Pinta

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
A través de un viejo amigo dominicano, residente en los Estados Unidos, consultor de empresas para asuntos de organización, he podido conocer un sorprendente descubrimiento: «el poder tranquilizante de la pájara pinta». Ese amigo, viajero perpetuo, está enterado al dedillo de las estrategias económicas, políticas y culturales de los grandes países industrializados. En su última visita a Santo Domingo «me puso al día» en todo lo tocante a la globalización del comercio y de la contratación de mano de obra. Explicó, con la ayuda de una servilleta, las «líneas maestras» de la política internacional de nuestra época: fomento del libre comercio, desarrollo de las tecnologías de la información, seguridades militares preventivas a control remoto, investigación sobre nuevas fuentes de energía, control de las migraciones, combate frontal al terrorismo islámico fundamentalista.

Al concluir sus comentarios a esta lista de temas, mi amigo añadió: «por encima de todo lo dicho esta el problema de la identidad». De la identidad de los pueblos y de las personas individuales. Como sabes muy bien, la globalización de la economía tiende a borrar las particularidades nacionales, las diferencias culturales, las barreras lingüísticas. Rápidamente el inglés va tomando el lugar que tuvo el latín en la Edad Media. El inglés es hoy la lengua universal, no el esperanto del profesor Zamenhof. El inglés es la lengua científica «por excelencia»; es básica para las técnicas de computación, para la administración industrial, en la física y la química, en la ingeniería electromecánica. Los niños del presente, y del inmediato futuro, deberán aprender a hablar y a leer en inglés.

Pero los niños norteamericanos de origen hispánico confrontan graves dificultades para adquirir educación superior. En sus casas hablan español, oyen música hispanoamericana, los padres expresan sus emociones en lengua española. Al llegar a unas aulas con materiales didácticos en inglés, maestros de habla inglesa, con películas, exposiciones, gráficas estadísticas, videotapes, únicamente en inglés, ese «choque» cultural les produce inquietud, irritación y confusión. Los niños «hispanos» padecen de insuficiente concentración y con frecuencia alteran los reglamentos escolares de conducta. La esposa de mi amigo, una educadora con larga experiencia en la enseñanza para niños y adolescentes, fue comisionada para realizar un estudio psicológico sobre el comportamiento de los estudiantes «hispanos».

El resultado final de carácter práctico es que los niños «hispanos», antes de entrar a las clases, son reunidos en un salón donde se les habla en español, se les hace escuchar música hispanoamericana, especialmente canciones infantiles del folklore de origen. En ese «procedimiento» la pájara pinta ha jugado «un papel estelar». Los niños se tranquilizan, prestan atención, escuchan a los profesores y, desde luego, aprenden las lecciones. Todo ello, gracias al poder tranquilizante de la pájara pinta, que no solo se sienta ella «en su verde limón», sino que obliga a los estudiantes a sentarse en sus respectivos pupitres. De este modo cada niño «recoge la rama y la flor» de la educación; y en lugar de abrir el pico para gritar, abre «la mollera» para entender.

De todo esto se desprende que nadie debe «falsificarse» para intentar ser otro distinto del que es en realidad. La comprensión y absorción de otra cultura se hace desde la auténtica mismidad, a partir del único e insustituible sujeto que somos, por obra conjunta de los genes y de la educación. Una vez recuperada –o ajustada– la identidad en riesgo de «disminución» o de pérdida, se logra enseguida aceptar las reglas y la existencia de seres humanos de otras culturas, de diversas lenguas. Se ha dicho que nos dirigimos en línea recta hacia la uniformidad cultural. Algunos «futurólogos» anticipan una suerte de «clonación» de la conducta de los jóvenes, impulsada por Internet, por la música pop, la comida rápida, las camisetas de publicidad con personajes de DisneyWorld.

No sabíamos que la pájara pinta fuese un ave migratoria. Parecía haberse marchado para siempre de las costumbres sin dejar huellas, nidos o huevos. Por la vía de unos estudios de psicología aplicada, la pájara pinta ha regresado a «su verde limón». Según parece, el viejo concepto de «personalidad integrada» volverá a gozar de aceptación entre los educadores. Es una suerte que la noción de identidad también haya regresado de los EUA… sujeta del pico de la anciana pájara pinta. En casi milagroso que la pájara pinta, que no aparece en ningún manual de ornitología, sea conocida y cantada en todo el continente, y hasta se la tenga como fundamento emocional de la identidad de millones de niños hispanoamericanos.

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