El relato que se inicia

El relato que se inicia

Con matices, algunos importantes, hay consenso en que estamos ante el inicio de un nuevo relato de la historia política del país con incuestionable potencialidad democratizadora.

A partir de ahora, debe comenzar una forma de hacer política en el manejo de algunas instituciones del Estado con una sustancial calidad de la representación y de la participación, la cual comienza a expresarse en varias aleccionadoras designaciones en puestos claves del tren gubernamental.

Seguirán otras. Hasta ahora las designaciones han sido de personas de alto nivel profesional, con la ventaja de que tienen sensibilidad política y eso es importante cuando se trata de trazar una clara ruptura política/institucional con el antiguo régimen.

La nueva administración tiene la ventaja de que a pesar de la gran cantidad de profesionales que cooptó en anterior gobierno, queda una significativa cantidad de profesionales que fueron altamente críticos y asumieron posiciones políticas de compromiso por un cambio en este país.

A diferencia de otras experiencias de nuevos gobiernos que surgen con poquísimas figuras con capacidad para asumir los grandes retos de un cambio de régimen, el nuevo tiene una excelente cantera de profesionales sin lastres ni ataduras con el pasado, además de eso, con probada solvencia gerencial y personal.

Puede que una que otra figura del anterior régimen permanezca en su cargo, pero en el contexto del tipo de funcionarios designados y del clima creado, deberá imponerse la voluntad de cambio.
Otro elemento importante ha sido, la voluntad de achicar el gobierno, mediante la eliminación de diversas instituciones, cuyas competencias se solapan unas a las otras, que ejercen funciones concurrentes con las competencias de algunos ministerios, además de ser fuentes de corrupción y de puestos de consolación a aliados/rémoras.

Son los casos de las CDEEE, que en realidad sus competencias se pueden desarrollar en el Ministerio de Energía y Minas, el de la Liga Municipal Dominicana, que debe pasar a una importante dependencia del Ministerio de Administración Pública y la fusión y o eliminación de instituciones e incluso de ministerios.

Esto, unido a un Congreso contrapeso real del Ejecutivo, podría ser el inicio del final de uno de nuestros peores lastres: mucho gobierno y muy poco Estado.

Sin embargo, lo determinante para hacer un buen gobierno no es sólo tener buenos funcionarios, ni un exquisito organigrama institucional, lo esencial es el clima moral que este logre crear, la capacidad de incorporar a una activa participación en el proyecto de cambio, a diversos sectores en todo el territorio nacional.

Es la vía más expedita para evitar que el impulso inicial del proceso pierda fuelle por falta o de limitada participación. Se requiere pues, una fluida relación entre las instancias político/institucionales con las demandas de la población para lograr la gobernabilidad o relacionamiento activo entre los diversos actores, sujetos e instituciones del sistema, a través de un eficiente y eficaz sistema de información.

Lograr esto, no es tarea sólo del PRM, del Ejecutivo o de sus funcionarios, sino de los demás partidos de la coalición vencedora. Este nuevo relato de nuestra historia política tiene una real proyección democratizadora que convoca a todas las fuerzas políticas y sociales progresistas, desde sus particulares perspectivas, a exigir e incidir en el proceso de democratización que se abre, por la calidad de la participación y la representación.

Quienes no lo entiendan, y actúen en consecuencia, podrían condenarse a ser simple anécdota de la historia política dominicana.

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