El reloj biológico controla el ritmo corporal

El reloj biológico controla el ritmo corporal

Un oficinista trabaja absorto en su cubículo sin ventanas. Poco a poco va perdiendo la concentración y siente ganas de cambiar de actividad; su estómago comienza a quejarse. No tiene reloj, pero sabe sin ninguna duda que la hora del almuerzo se acerca.

Para poder funcionar de manera adecuada tenemos que adaptarnos a nuestro medio, saber cuando dormir, cuándo comer y cuándo estar alertas. En otras palabras, seguir nuestro reloj biológico.

La mayoría de los organismos vivos han evolucionado al punto de coordinar sus actividades con el ciclo día-noche, causado por la rotación de la Tierra alrededor del Sol. Más allá de responder a estímulos de luz y oscuridad, estos organismos han desarrollado un verdadero cronómetro interno llamado ritmo circadiano (circa: alrededor, dies: día, en latín).

En los seres humanos, el reloj biológico responde a un ciclo de 24 horas 11minutos (que compartimos con muchos organismos), durante el cual nos sentimos con hambre, sueño, ganas de realizar alguna actividad física, o simplemente muy despiertos. Sin el Sol, nuestro ritmo nos haría perder 11 minutos cada día, sin embargo, a diario nos reajustamos para no estar atrasados. Este ciclo se mantiene aún cuando no estamos expuestos a estímulos de nuestro alrededor, como el día y la noche; pero existen algunas excepciones.

El viajar atravesando varios husos horarios o trabajar turnos nocturnos afecta nuestro cronómetro interno, lo que obliga a nuestro cuerpo a resincronizarse con el entorno.

En el caso de personas que padecen Alzheimer, las dificultades para mantener sincronizado su reloj biológico son mucho mayores. Basta decir que el reloj circadiano debe, como cualquier aparato mecánico, ajustarse de manera permanente a la hora local.

El horario del cuerpo trabaja según actividades diarias regulares; por ejemplo, a las tres de la madrugada, cuando hemos dejado atrás la mitad del sueño nocturno, el cuerpo prácticamente navega con tranquilidad; los latidos cardiacos, la temperatura y la presión sanguínea registran sus niveles más bajos. Poco antes de que suene el despertador y con él, el inicio de un nuevo día, el organismo se programa para la fase de rendimiento. Hacia las seis de la mañana, el corazón empieza a latir más rápido gracias al incremento de noradrenalina, a fin de aumentar la actividad corporal.

A las 11 de la mañana se registra el pico máximo de rendimiento del corazón y el cerebro. Entre la una y las dos de la tarde sucede la caída del medio día, cuando el organismo destina más energía a los procesos digestivos, reduciendo el rendimiento un 20 por ciento.

El segundo momento máximo de rendimiento sucede a las cinco de la tarde, cuando el corazón bombea más sangre y el páncreas regula la actividad digestiva. Dos horas más tarde el organismo se orienta hacia el descanso y la recuperación, por lo que desciende la presión sanguínea y la predisposición al estrés.

¿Dónde se localiza?

Hasta el momento, las investigaciones científicas sobre los mamíferos indican que el reloj circadiano comienza a funcionar a partir del nacimiento, aunque ahora científicos del laboratorio de Genética y Biología Molecular de Estraburgo, demostraron que en realidad el reloj comienza a funcionar en los primeros momentos del desenvolvimiento del embrión.

En el ser humano, el reloj biológico se encuentra en el núcleo supraquiasmático, grupo muy particular de células localizadas en el hipotálamo, área pequeña del cerebro que controla comportamientos relacionados con comer, la temperatura corporal y la secreción hormonal. Esta es tan sólo una parte del mecanismo del reloj.

Nuestra retina posee receptores de luz ligados a ese grupo del células del hipocampo, y parece que la glándula pineal, recibe la información procesada por el núcleo y segrega una hormona llamada melatonina, la cual regula los ciclos de sueño-vigilia.

Aun cuando no recibimos el estímulo del ciclo día-noche (como en el caso de las poblaciones cercanas a los polos, donde la noche y el día duran seis meses, nuestros niveles de melatonina se mantienen similares.

[b]EL CICLO SUEÑO-VIGILIA[/b]

Como todo padre sabe, los bebés recién nacidos parecen responder a un ritmo interno totalmente opuesto al nuestro, tanto así que quieren jugar cuando es hora de comer, dormir cuando es hora de jugar y comer cuando es hora de dormir. La explicación es muy sencilla: los bebés no experimentan ritmos circadianos hasta los seis meses de edad, y no es sino hasta aproximadamente las 16 semanas de nacidos cuando se regularizan.

Bajo condiciones normales, nuestro complejo entorno social contiene un sinfín de elementos que despistan o desorientan a nuestro reloj biológico:

Horarios de trabajo

Consumo de cafeína y otras sustancias estimulantes.

La sista.

[b]El nacimiento de un bebé.[/b]

Viajes a través de los husos horarios (produce jet lag o mal del viajero)

Hábitos nocturnos

Todos estos factores alteran nuestro ritmo circadiano, sin mencionar que algunos personas son “diurnas” y parecen funcionar mejor desde temprano, y otras “nocturnas”, sintiéndose más alertas durante la tarde y comienzos de la noche. Sin embargo, el reloj biológico consigue sobreponerse y, en caso de personas sanas, eventualmente se restablece por completo en unos cuantos días.

Varios estudios han demostrado que aunque tomemos una siesta por las tardes, nuestro cuerpo sigue de manera fiel sus ritmos internos. El hecho de que tengamos menos sueño después de ella se debe simplemente a que el organismo ha descansado un poco más de lo habitual.

[b]INGESTA DE MEDICAMENTOS[/b]

Tradicionalmente, las medicinas se suelen recetar cada ocho o 12 horas, por lo regular acompañadas de alimentos. A la luz de las investigaciones sobre el reloj biológico, se ha demostrado que ciertas enfermedades que muestran síntomas relacionados con el ritmo circadiano se curan mejor cuando el medicamento se sincroniza con este ritmo, por ejemplo: asma, epilepsia, cáncer, enfermedades cardiovasculares y alergias.

[b]MIDE TU RELOJ BIOLÓGICO[/b]

Haz esta pequeña prueba para que descubras qué tan sincronizado está con su reloj interno: durante un día entero esconde los relojes de tu casa y lo largo del día trata de adivinar qué hora es (no se vale tener el televisor o la radio encendidos) ¡Se sorprenderá!

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