El remoto origen de nuestro merengue

El remoto origen de nuestro merengue

El eminente investigador norteamericano Harold Courlander en su obra “Haiti Singing”, hace una cita sobre lo que en Haití se ha llamado Meringue, ubicando el suceso de su conocimiento en el lugar donde las mismas referencias haitianas sitúan el encuentro con el Carabiné: “A European–tipe ballroom dance which is said have originated in a military celebration” (Danza de salón de tipo europeo la cual se dice haberse originado en una celebración militar) (p. 253).

Es claro que está admitiendo que la Meringue haitiana tiene su origen en el Merengue dominicano: (“A European-type ballroom dance”). Este dato situaría el Merengue en 1805, si es que fue Merengue y no Tumba o Carabiné, lo que supuestamente conocieran los haitianos durante el sitio de Galá. Por otro lado, no olvidemos aquel baile en Santiago de los Caballeros y el emblemático bastonero, donde se obligó al amo a bailar con su esclava, precisamente, “A European-type ballroom dance”) (una danza de salón tipo europeo) cuya raíz europea la delata, precisamente, el “bastonero”, igualmente: “in a military celebration” (en una celebración militar). En este último caso tendríamos que situar esta danza, haya sido Merengue o “Tumba”, en 1801, durante la invasión de Toussaint Louverture, acentuando aun más la ancianidad del Merengue.

La referencia más clara y rotunda sobre la “Tumba” la da el intelectual haitiano Emil Nau en su bovárica obra “Historia de los Caciques de Haiti”. En la misma Nau no solo admite el origen dominicano de esta danza, sino que afirma el hecho histórico concluyente de que el Carabiné, era lo que los dominicanos denominaban “Tumba Española”. Se tambalea la estructura de sus conocimientos, cuando pretende un supuesto origen aborigen a esta danza y una carencia de elementos de la música europea, amén de la aventurada alusión a “el diuba y el chica”, esta última de conocida herencia española. La “chica”, que fuera mencionada por Moreau de Saint-Méry, es hoy desconocida en Haiti (Courlander) por comprensible desafección cultural:

“Amaban apasionadamente la danza y el canto. Me persuado fácilmente de que esos aires que llamamos nacionales APROPIÁNDONOSLOS, son de origen indio. No tienen  efectivamente sino una analogía sumamente lejana con la canción verdaderamente africana y no toman nada de la música europea. Me inclino mucho a creer que el carabiné o la tumba española es aproximadamente lo que los indígenas de nuestra isla cantaban y que el diuba y el chica, danzas poquísimo africanas a mi parecer, pertenece a las costumbres primitivas de Haiti” (p. 291).

  Otra argumentación, muy factible, sería plantear que para los haitianos, en ignorancia de la variada herencia regional española de los dominicanos, cualquier danza era, sencillamente, una “Meringue”, aunque esto seguiría planteando que existía el Merengue desde aquellos remotos tiempos.

Courlander vuelve a mencionar la “Meringue” haitiana, citando a Melville Herskovits: 

“Usted puede aun observar la danza de salón Meringue,…:                                                                                                                                       

La danza Haitiana de salón Meringue, es idéntica con la danza de las Islas Españolas (¿?); pero hay esta diferencia…, los gestos de la danza nunca son tan exentos de objeciones como es el caso con los Criollos Españoles;… (Haiti Singing, pag. 73).

La  utilización del término “Islas Españolas”, obliga a otro cuidadoso análisis. En ninguna de las otras Antillas aparecen rastros culturales primitivos de la cultura del Merengue. En el caso particular de Borinquen y aquella “Prohibición de Pezuela”, que involucra la “palabra” Merengue, no necesariamente el Género, la lógica científica indica que no puede desterrarse una auténtica tradición enraizada en las entrañas de un pueblo por un simple decreto, a menos que esas tradiciones no tengan la profundidad suficiente y sean solo parte superficial de un traspaso cultural de última hora, con el agravante de que los eventos donde los haitianos contactan con el Merengue y transportan su nombre (Meringue), suceden casi medio siglo, antes de aquel “Bando de Pezuela”.

En Puerto Rico, Cuba, Jamaica, Antillas Menores, no existen rastros culturales de tradición que manifiesten conexión alguna con el Merengue, que no hayan sido llevados desde Santo Domingo. En el caso haitiano habría que interpretar que podrían estarse refiriendo a algún otro tipo de Danza.Es obvio que el grupo tribal que trajo la tambora entre sus tradiciones instrumentales, no se estableció ni tuvo contacto con ningún otro lugar en el Caribe. Es científicamente claro que solo arribó y se integró en Santo Domingo. No existen rastros de tamboras, tamboreros, ni referencias del remoto ritual tradicional de su construcción.   No existe un solo “merengue” conservado por la tradición, EN NINGÚN OTRO LUGAR DE LAS ANTILLAS.

La tambora había alcanzado Cuba, coincidiendo esta cronología con Peña Morel, en cuanto a sus afirmaciones sobre la presencia remota de la Tambora, ubicándola en los primeros merengues de Alfonseca, mucho antes de la ocupación haitiana de 1822. El dato lo ofrece Díaz Ayala en “Del Areyto a la Nueva Trova”, citando a Sánchez de Fuentes; en el mismo deja entrever que no fue tan simple la introducción y el manejo de aquella Tambora. Es elocuente el término usado: “ya aclimatada”, refiriéndose a su uso y manejo, y confirma que el cubano de la época desconocía sus repiques y hubo de “ACLIMATARSE” al oficio.  Escuchemos la voz de la Historia, entendiendo que la alusión a una tambora “francesa”, constituye un lamentable desatino que no merece análisis y que solo ha existido y existe históricamente, nuestra emblemática “tambora dominicana”:

“Un pequeño teatro construido por los franceses inmigrantes, se destruye en 1812,…; pero paralelo a esto, se hace música popular, con orquestas como la de Nolásco ya mencionado, Miguel Suárez, Pedro Advíncula, José Caridad Mancebo, Manuel Delgado y Agapito Céspedes, casi todas usando la tambora francesa, dominicana, ya aclimatada. (Historia de la Música Cubana, Elena Pérez Sanjurjo, p. 58).

    Ya en “Música y Baile en Santo Domingo” (p.161), Rodríguez Demorizi, recoge en La Vega, (1812), un personaje del mismo apellido y profesión que el Miguel mencionado, con su orquesta, usando la tambora: Vicente Suárez.  Las aprensiones  alcanzan hasta Harold Courlander:

“Que muchos de estos puedan ser nombres diferentes para idénticas cosas no es una remota posibilidad. Hasta es posible y verosímil que muchos reportes de danzas sean errados, habiendo sido hechos por observadores descuidados. Ellos mismos podían no haber escuchado bien los nombres de las danzas”. (Haiti Singing, p. 73)

Don Enrique de Marchena en su obra “Del Areito de Anacaona al Poema Folklórico”, fortalece estos criterios. El párrafo deja claro que más de un ritmo ha sido llamado “meringue” por los haitianos en forma generalizada. Es de tomarse en cuenta el peso histórico de los nombres citados, a la hora de evaluar esta importante referencia:

“Por lo que a nosotros toca, hemos tratado de llegar más lejos. Ludovic Lamothe, compositor y costumbrista haitiano, y el historiador Price Mars, afirman el criterio de que si algunos ritmos típicos haitianos han sido bautizados con el nombre de la meringue, el nombre ha sido llevado allí desde la República Dominicana…(p. 49).

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