El rescate de documentos perdidos

El rescate de documentos perdidos

POR ÁNGELA PEÑA
Parece que no fue poca la cantidad de documentos históricos pertenecientes a los Archivos Generales de Música que fueron lanzados a la basura. Desde que HOY publicó la denuncia, se han estado recibiendo llamadas de personas que recogieron del suelo y de los zafacones del patio del Conservatorio una valiosa parte  de ese acervo, con la finalidad de entregarla para que sea  reintegrada a Bellas Artes.

Los primeros en asumir ese plausible gesto fueron Gustavo Weise Santana, educador, y Héctor López, contable, a quienes une un proyecto de orientación y formación de jóvenes católicos. A ellos siguieron guardianes y conserjes de esa Dirección que pidieron reservas de sus nombres por temor a represalias.

Daysi Rodríguez, ex secretaria administrativa del desaparecido organismo, reaccionó sorprendida ante la información pues el mismo día en que le entregaron su carta de cancelación, la gobernadora de ese sector de Cultura se presentó a la entidad con una brigada de empleados que colocó todo el patrimonio en cajas.

¿Quién y cuando mandó a botar una parte? ¿Con qué criterio se depuró el material que merecía preservarse del que fue considerado inservible? Ella no lo sabe porque el dos de mayo de 2005 la despidieron. La antigua empleada conversó sobre su experiencia en el organismo durante seis meses en que quedó sola asumiendo todas las responsabilidades del organismo, hasta las de conserje.

Valiosa documentación

Gustavo Weise Santana, hijo del reconocido ex luchador antitrujillista de su mismo nombre, visitaba el recinto en compañía de Héctor López cuando sus ojos tropezaron con aquella mina documental. No eran simples desperdicios, advirtieron. Eran libros, partituras cuidadosamente encuadernadas, obras de teatro musicales, cuadernos antiguos de notas manuscritas en tinta indeleble, informes hechos en viejas maquinillas relatando acontecimientos artísticos, explicando obras orquestales, describiendo pentagramas casi seculares.

“Vimos ese bloque de papeles y eso le llama la atención a cualquiera, mucho más a personas que tienen nociones de historia, arte o música. Si hubiésemos andado en vehículo, y no tan rápido, hubiéramos cargado más, porque había muchos expedientes, cronológicos, fólderes con asuntos interesantes. Partimos siempre de la idea de que para lo que unos no tiene ninguna importancia, ningún valor, para otro puede ser de utilidad, por eso siempre andamos pendientes de cualquier cosita que encontramos”, manifiesta Wiese, quien fue estudiante del Conservatorio, toca guitarra y gusta de la música.

Agrega que la brisa soplaba y muchas hojas sueltas volaban, mientras “otras estaban apiladas en la basura”.

López cuenta que cuando vieron la documentación se asustaron. “Nos horrorizamos porque, por ejemplo, si usted encuentra algo como esto, le da asombro y se pregunta: ¿qué es lo que está pasando en este país? ¡Esta es la historia de la música dominicana!”.

Weise, que fue director de colegios católicos y que trabaja con muchachos y muchachas en educación para salud en el área de VIH, afirma que “en diez cajas no cabía la enorme cantidad de materiales que estaban ahí dispersos”.

Estuvieron con lo que recogieron todo este tiempo “pensando en la posibilidad de aprovechar las partituras para enseñarles a nuestros jóvenes, no para venderlas ni para coleccionarlas, y en utilizar los libros con fines didácticos”-

López significa: “Creo que es una cuestión de conciencia devolverlos, entender que nuestro país necesita de personas que le aporten, no que le resten. Cuando se destruye lo que es nuestro patrimonio se hace daño a todos, tenemos una formación cristiana que nos empuja a actuar con honradez, por eso creemos que entregándoselos a usted, usted los llevará a las personas indicadas para que  queden a buen resguardo, y que no vuelva a pasar lo mismo”.

El día que los profesionales descubrieron la documentación, visitaron el Conservatorio y se dirigían a los Archivos Nacionales de Música a recopilar datos para ofrecer cursos a los adolescentes de las comunidades católicas con las que trabajan.

Los documentos

Entregaron una partitura de Manuel de Jesús Lovelace, delicadamente encuadernada en pasta marrón con letras oro que rezan: Archivos Nacionales de Música. Maestoso. Y una hoja explicativa al margen, con timbre y sello del Archivo, firmada por Licinio Mancebo, director de los Archivos para la fecha (diciembre de 1974) que explica:

“Esta partitura que aparece sin el nombre del autor corresponde a una obra del compositor Manuel de Jesús Lovelace, según pudo comprobarse mediante la comparación con la caligrafía de otras partituras del mismo autor, que por disposición testamentaria están en el poder del ingeniero Julio Ravelo de la Fuente”.

Pese a su antigüedad, está nítida, aunque el resistente papel se ha tornado amarillento. Contiene 145 páginas con trazos y notas claramente delineados. Fue restaurada por Centromidca..

Maestoso, según el diccionario Larousse, es “aire solemne, de movimiento pausado”.

Devolvieron el Libro de Actas de la Sociedad Orquesta Sinfónica de Santo Domingo, fundada el 13 de febrero de 1912. El Presidente Honorario y Director Técnico era el profesor Cándido Castellanos. Se detallan los pormenores de la primera reunión de esa agrupación, especie de voluntariado de la Sinfónica, creada el 13 de febrero de 1932, compuesta, entre otros, por Julio Alberto Hernández, Joaquín Salazar, Rafael Ignacio, Enrique Mejía Arredondo, Ernesto Leroux, Benjamín Pichardo, Petronio y Roberto Mejía, Hernani García Alardo, Guillermo Guimenez, Ninón L. De Brouwer, Manuel Veloz Rivas, León Herrera, Enrique de Marchena hijo, Viriato Alberty, Jaime Marchena, Antonio Nolasco, Guido Despradel B., Freddy Coronado, Benjamín Pichardo, Santiago Coronado, Francisco Carvajal, Héctor Ricardo, Prudencio Boquedano, Guillermo Piantini, Alcides Pérez y José Deffilló. Consta de 307 páginas, las últimas mordidas por el comején, pero felizmente en blanco. Las demás son perfectamente legibles.

Otro hallazgo de Weise y López fue la obra de teatro musical “Luciérnaga”, de Leonor Porcella de Brea, realizada en 2002. Sobre los claros pentagrama se leen títulos como Que día más bello, Luciérnaga, Te busco, Luciérnaga, Al fin, Realidad que me oprimió, Adiós mamá y tía, La señora de gato, Ardilla, Qué hiciste, Amiga ardilla, Luciérnaga, Escúchame, En el baile, Es fascinante, Y qué me dices de ti, Queriendo, Somos un sueño, Se fue sin hablar, Quedé huérfana, Siempre juntos… Tiene 183 páginas.

También entregaron la “Breve historia de la música dominicana” por Aída Bonnelly de Díaz, impreso en 1981.

Libros y revistas

Los empleados que pidieron se ocultaran su identidad por temor a represalias o despido habían recogido dos revistas musicales chilenas, una dedicada a la danza y otra de contenido general y un antiquísimo álbum: Florilegium Musicum, con la historia de la música desde la antigüedad hasta el siglo XVIII, publicado en 1964, con texto e infinidad de partituras.

Reafirmado: botaron importantes documentos que se encontraban en perfecto estado

“Para los sótanos”

“La última vez que yo estuve en la institución, llegaron con una brigada para sacar todo y meterlo en cajas, a mí no me dieron ninguna explicación, simplemente fueron la gobernadora, su asistente y una brigada de trabajadores para decirme que iban a poner todo en cajas. Todo lo mandaron para los sótanos de las escuelas nuevas, donde está la Escuela Elemental y según me han dicho, todo estaba tirado”, cuenta Daysi Rodríguez, la ex secretaria administrativa.

Cuando el señor Julio César Paulino fue retirado, “nombraron al doctor Darío Tejeda y él iba de vez en cuando, trabajé con él, pero no creo que fuera más de diez veces. Trabajé con él durante la época que tomó posesión, hasta que me dijeron que ya no estaba”, refirió.

No sabe nada de lo que botaron, pero reitera: “Sé perfectamente que todo estaba en cajas y quizás lo que sobró fue lo que tiraron en el patio de las escuelas”. Dice que no vio ni participó del despojo pero sí escuchó que habían botado muchos papeles en el patio y que todo lo que habían recogido en cajas estaba en el sótano. “Escuché decir que habían botado muchos documentos en el patio”.

Ya ella no laboraba allí cuando se puso a rodar el patrimonio del Archivo “pero me dijeron que la gobernadora mandó a tirar lo que ella consideró que sobraba, que no tenía donde ponerlo y lo botó”. Sólo sabe que la llaman Pilar. “La vi dos o tres veces: cuando vino a empaquetar todo esto y  en Bellas Artes cuando yo iba a buscar material gastable”.

Daysi manifiesta que “el Secretario” visitó una vez el local y lo encontró abandonado y la mandó a cancelar. “Pero yo no tenía culpa de eso, simplemente era una empleada”.

¿Es cierto que estaba como un chiquero?, se le pregunta.

“Bueno, no estaba súper bien, desde que yo entré ahí estaba en condiciones no muy aceptables porque no se le daba la atención debida, el señor Paulino era quien pagaba de su dinero para que limpiaran y fumigaran. Cuando me quedé sola, sólo se fumigó una vez”.

En ese tiempo, cuenta, ladrones comunes violaron la puerta trasera y penetraron, “pero no se llevaron nada porque ahí lo único de valor material era una máquina eléctrica, después dejaron un revoltijo de papeles”.

Lamenta que “personas que no saben el valor de los documentos los botaran”. Expresa que el señor Paulino, a quien define como un caballero respetuoso, que se comportó con responsabilidad, decencia y cortesía mientras estuvo al frente de los Archivos, dejó un inventario de la documentación existente, que ella pasó a máquina al igual que el análisis comparativo de los himnos de José Reyes y del español J. Machado “Y todo eso se entró en las cajas. Si no aparece es porque los botaron”.

Negó que el sitio estuviera como una pocilga y refirió que aunque es una profesional, licenciada en contabilidad que ahora se especializa en educación mención matemáticas, debía sacudir, barrer y “suapiar”.

“Cuando el señor Julio se fue, se le dio menos atención, y antes no se le daba la necesaria. Uno se manejaba como podía. Si había desorden, ellos eran los culpables”.

“El lugar parecía un corral”

Despidiéndose  deseando “Bendiciones mil”, el señor Caonex Peguero-Camilo, actual Director Nacional de Música, escribió una misiva a HOY enviando, adjunta, “la respuesta por parte de la Dirección de Bellas Artes a la serie de artículos publicados por la periodista Ángela Peña en la sección ‘Areito’, los sábados 6 y 13 del presente mes, en los cuales trata asuntos concernientes al otrora Archivo Nacional de Música”, con la intención “de esclarecer y edificar a los lectores de su prestigioso diario”.

Afirma que el Archivo Nacional de Música fue encontrado como un verdadero chiquero y que, más que un archivo parecía un corral. A continuación se reproduce el comunicado.

Dirección General de Bellas Artes

Autoridades fijan posición sobre el Archivo Nacional de Música y en relación al Himno Nacional. El Archivo Nacional de Música, recibido por la presente administración en situaciones extremadamente calamitosas, fue rescatado de la triste condición en que se hallaba.

Como prueba fehaciente, se tiene un reporte exhaustivo del semillero de plagas que se encontraron en el lugar, que además de tener literalmente un vivero in situ, era un caos total.

Muchos de sus documentos y objetos estaban ya en vía de descomposición, completamente dañados. El hecho de que su anterior incumbente durmiera en las instalaciones ejemplifica la poca profesionalidad con que se operaba en aquel entonces.

Las actuales autoridades han trasladado lo que se pudo salvar a un salón en la primera planta del edificio de las Escuelas de Bellas Artes, debidamente acondicionado, luego de que expertos del Centro Midca realizaran un estudio bacteriológico de las 56 cajas del material recuperado, fumigadas posteriormente por la firma ‘Fumigadora Quisqueyana’ y que se están inventariando.

Tampoco se ha encontrado en el lugar, ningún expediente comprometedor o documentación con carácter legal de los derechos de autoría del Himno Nacional por parte de nadie, pero tampoco informe oficial o conclusivo de que haya sido realizada alguna investigación en este sentido. El Himno siempre ha sido de nuestro compositor nacional José Reyes; es una verdad incuestionable.

La presente gestión está en el proceso de la creación del Museo de la Música Dominicana, que vendrá a suceder al Archivo, mediante un comité gestor compuesto por músicos, folcloristas y museógrafo de reconocida trayectoria artística y profesional.

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