El Reservas

El Reservas

El economista Bernardo Vega, un antiguo gobernador del Banco Central, ha formulado una serie de recomendaciones para que el Estado enfrente muy serios problemas que afectan el desenvolvimiento de su economía.

Señala, entre otras fórmulas, la venta de activos del Estado, incluyendo acciones del Banco de Reservas.

Respetamos los juicios externados por el señor Vega, pero en cuanto a la venta de acciones del Banco de Reservas entendemos que el Estado, bajo circunstancia alguna, debe permitir que esa operación se realice.

El Banco de Reservas, depositario de los fondos que genera el Estado —o de la mayoría de ellos— ha sido codiciado, durante años y años, por el capital privado de esta nación y en los últimos tiempos los privatizadores no han dejado de tenerlo en la mira.

Pero contra viento y marea, el Banco de Reservas ha podido desarrollar sus operaciones con marcado éxito y ni siquiera los distintos gobiernos que ha padecido este país han podido hundirlo.

Ha sido el Banco de Reservas, en distintas ocasiones, una especie de “paño de lágrimas” del gobierno y en una oportunidad casi se le convirtió en una especie de inmobiliaria, pues de manera abusiva se le cargó de fincas y solares que tuvo que recibir a manera de pagos de créditos otorgados.

El gobierno central, en distintas oportunidades, ha incurrido en excesos crediticios y de manera chocante se ha sabido de líneas de crédito extendidas a secretarías de Estado que se supone que se rigen por una Ley de Presupuesto, ley que violan cada vez que hacen operaciones económicas no consignadas en la misma.

Aun así, sometido a presiones gubernamentales, el Banco de Reservas ha podido operar con éxito por una sencilla razón: los ahorrantes creen en la institución, y creen en ella desde que comenzó a operar en 1941.

El Banco de Reservas paga sus impuestos al gobierno, como banca múltiple que es, y logra excelentes beneficios anuales según lo revela en sus estados.

Hoy el Reservas es un banco que no tiene nada que envidiar a los más modernos que puedan operar en este vapuleado sistema y es una institución que cumple sus compromisos, mientras se expande cada día más a nivel nacional.

Por esas razones, siempre será una presa codiciada por quienes solo desean la existencia del Estado para beneficio de sus intereses, pero jamás para que se beneficie al pueblo llano.

El Reservas, lo reiteramos, debe permanecer en manos del Estado. No es posible que se tolere que el Estado se desprenda de una organización eficiente, que presta excelentes servicios a la nación. Lo que sí es muy deseable, para bien de todos, es que el gobierno cada día saque más las manos del Reservas y le permita operar como un puro banco comercial y no lo use como una especie de institución de beneficencia que destine recursos en préstamos para encubrir deudas y estupideces.

El Banco de Reservas es una institución que merece, como lo tiene, el respaldo de los ahorristas.

Y son esos ahorristas los más llamados a impedir que un capital insaciable trate de apoderarse de un patrimonio estatal que no ha podido ser destruido.

Los privatizadores no descansarán. Y por eso hay que tener los ojos siempre bien abiertos. Para los privatizadores todo es negociable. Hasta el clima de Constanza y Jarabacoa, siempre y cuando lograsen una forma para almacenarlo.

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