El Reservas y el diablo

El Reservas y el diablo

Eusebio Rivera Almodóvar

Debió ser con buenas intenciones que alguien recomendó a la gerencia del Banco de Reservas que cambiara su forma de verificación de cuentas y balances por teléfono, utilizando una frase en vez de una clave o código preestablecidos, con lo cual el “tono” o “timbre” de voz del cliente sirve de comprobación o autenticación del usuario. Pero, como reza el refrán, “de buenas intenciones está plagado el camino del infierno” y el cambio ha devenido en un verdadero disparate que, en mi caso, me ha llenado de indignación porque, estúpidamente, sigo las instrucciones de la máquina telefónica y de más de diez intentos para acceder a mis cuentas, solamente en dos “afortunadas” ocasiones y repitiendo dos o tres distintas frases, he podido verificar mis balances.
Acudí a una de las sucursales del banco y la representante me confesó que había tenido otras quejas con el nuevo sistema, ofreciéndome una clave telefónica que tampoco funcionó. El adagio reza “tanto arropó el diablo a su hijo que lo asfixió” porque supuestamente tratando de evitar que me roben lo que el banco ha logrado es robarme la paciencia, porque no es posible que los promotores del cambio no supieran que el tono o timbre de voz de las personas puede cambiar con los estados de ánimo, con enfermedades respiratorias, con la ingestión de medicamentos o drogas y los teléfonos también tienen tonos, micrófonos, bocinas y señales distintas, lo que dificulta que en semanas, meses o años se mantenga exactamente igual, lo que hace improbable que esa forma de verificación pase la prueba de permanencia y por más moderna que parezca, es una verdadera estupidez.

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