El reto de Capotillo

El reto de Capotillo

El Gobierno, con el Presidente Leonel Fernández a la Cabeza, ha asumido desde el barrio Capotillo un compromiso bastante delicado ante todo el país. Un compromiso que, también, debe involucrar a cada ciudadano amante de la vida en armonía, no sólo en el entorno tomado como laboratorio de prueba.

El lanzamiento del  «Plan de Seguridad Democrática» desde ese marginado barrio del norte capitalino supone, a juzgar por la proclama, que se ha modificado el enfoque oficial en cuanto a la forma de combatir la delincuencia, pues la represión pura y simple ha demostrado ser insuficiente para alcanzar los resultados requeridos por la sociedad.

Capotillo, como los demás barrios poco o mal atendidos por el Estado, tiene problemas sociales y económicos que son un excelente caldo de cultivo para las malas artes. Es, por así decirlo, una especie de agencia de empleos que oferta «mano de obra» para la venta y distribución de drogas, la integración de bandas de atracadores y asaltantes o cualquier otra actividad del crimen organizado.

Desde ese punto de vista, es poco relevante que el «Plan de Seguridad Democrática» fuese ensayado en Capotillo o cualquier otro barrio de condiciones semejantes, siempre que el propósito sea atacar los flancos débiles de los que se aprovechan grupos antisociales para crecer y someter a su voluntad a toda una población.

-II-

El reto asumido desde Capotillo consiste en lograr que la mayor parte de los habitantes del sector se identifiquen con el plan y se integren al mismo bajo el entendido de que es la herramienta idónea para combatir la delincuencia.

Dos de los obstáculos más serios para combatir el crimen en base a represión han sido el temor de la gente, de las propias víctimas de asaltos y abusos para delatar a sus victimarios, y por otro lado la dependencia económica de familias que reciben «favores» de los delincuentes, particularmente ligados a la venta de drogas, a cambio de silencio.

En la medida en que las carencias de las familias sean atenuadas y se  establezcan oportunidades de trabajo honrado para la juventud, será posible integrar y comprometer cada vez más gente con el éxito del «Plan de Seguridad Democrática».

Hay que generar, en Capotillo y otros barrios, alternativas para que la gente pueda resolver sus problemas cotidianos con menos esfuerzo que lo que costaría vender silencio a vendedores de drogas o cabecillas de bandas o naciones.

Es en esas particularidades que el Gobierno y las instituciones que forman parte de este ensayo deben poner sus mayores empeños, y en demostrar que en todos los ámbitos, el peso de la ley es el mismo para todos.

Una ceremonia bastante emotiva ha marcado el inicio de este ensayo, que sinceramente queremos ver coronado con la conquista de los objetivos perseguidos. Manos a la obra.

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