El reto de Danilo Medina  

El reto de Danilo Medina  

   Danilo Medina ha iniciado su gestión con la clara intención de diferenciarse de los mandatos de Leonel Fernández, todo ello sin perjuicio de continuar las políticas que han permitido mantener la estabilidad macro-económica desde el final de la crisis financiera de 2003, que ha sido la base para poder sostener un ritmo adecuado de crecimiento económico. Este afán legítimo de establecer una impronta propia en la historia política dominicana es ostensible en la decidida apuesta por el 4% para la educación, los sorteos para la asignación de las obras escolares, el contacto cotidiano del Presidente con los ciudadanos en los rincones más apartados del territorio nacional, el apoyo decidido al desarrollo de regiones tradicionalmente abandonadas como el Sur y la frontera y una notoria frugalidad en el gasto público.

    Todo lo anterior debe augurar una gestión gubernamental exitosa que es el deseo de todos los dominicanos, incluso del presidente del principal partido de oposición, Miguel Vargas Maldonado, quien no ha dejado de insistir que quiere llegar al poder no sobre los escombros de la presente Administración sino, muy por el contrario, en los hombros de una gestión fructífera y que encamine al país por los senderos del desarrollo y la justicia social.

   No obstante, hay signos preocupantes que deben ser despejados para que ese deseo de todos los dominicanos y esa firme voluntad del Presidente Medina se concretice en una realidad manifiesta y tangible. Los más negros nubarrones de la presente gestión se avizoran en el frente de las políticas económicas. Y no tanto porque esté errado el objetivo de las mismas sino porque algunos de los instrumentos escogidos para desplegar estas políticas no son los más acertados o convenientes en estos momentos.

   Tomemos el caso del fomento a la inversión extranjera directa al cual apuesta decididamente la presente Administración. Es obvio que tal propósito no puede lograrse sobre la base de la inseguridad jurídica de los concesionarios o desmontando los incentivos de las empresas fronterizas que confiaron legítimamente en el mantenimiento de los mismos. Lo mismo ocurre en el caso de la inversión para generación eléctrica: para citar un caso que conozco, ¿por qué apostar por una inversión estatal cuando existe la alternativa de lograr una inversión de US$1,500 millones por parte de una empresa estadounidense que ganó una licitación pública, que no exige garantía soberana del Estado ni ningún tipo de exención tributaria?

   Es cierto que hay quienes pretenden que el Presidente Medina opte por el camino fácil y peligroso del neopopulismo latinoamericano, el de la expropiación directa o indirecta. Pero gracias a Dios el Presidente Medina ha mirado más bien a los modelos de Brasil y Colombia, países líderes en atraer la inversión gracias a la seguridad jurídica que brindan. Debería emular también al mexicano Enrique Peña Nieto que, a pesar de pertenecer a un partido de la izquierda tradicional, no le ha temblado el pulso para fomentar las asociaciones público-privadas en el sector petrolero y para ampliar la base del IVA a todos los productos, incluyendo alimentos y medicinas, lo que le permite alcanzar uno de sus objetivos claves, que coincide con los del Presidente Medina: formalizar a la economía informal, universalizar la seguridad social e incrementar el acceso al crédito de los informales.

   Por eso entendemos que el Presidente Medina deberá afinar los instrumentos de alta precisión que exigen las políticas públicas necesarias para alcanzar los objetivos anunciados durante su campaña y que solo un presidente que no puede constitucionalmente reelegirse puede perfectamente desplegar. Resulta, por tanto, impostergable un pacto fiscal para promover la producción, la exportación, el empleo, la competitividad y la responsabilidad fiscal; y un pacto eléctrico para privatizar las distribuidoras, desmontar los subsidios, aumentar la generación, eliminar las distorsiones en los precios, fomentar las energías verdes y alternativas, disminuir las pérdidas en la transmisión y el fraude de los usuarios. Son estos pactos los que verdaderamente darán sostenibilidad al crecimiento económico y los que permitirán mantener el Estado Social y expandir la clase media como lo hizo Lula en Brasil y como bien pretende el Presidente Medina aquí.

   Un país pequeño, sin recursos petroleros, no puede darse el lujo de sostener un Estado clientelar como pretenden algunos populistas de nuevo cuño. Lo que logremos lo lograremos a base de estabilidad macro-económica, seguridad jurídica, apuesta por la producción, el empleo y la exportación, y fomento de nuestros sectores más productivos y competitivos, como el sector turístico. ¡La mejor seguridad social es la que da el empleo formal! Y ese empleo solo se consigue atrayendo, manteniendo y aumentando la inversión. La alternativa, espantar la inversión que localmente es imposible obtener, es sencillamente impensable. El reto de Danilo Medina es, pues, no dejarse atrapar por el fantasma del cómodo y atractivo pero peligroso populismo de siempre.

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