El reto de hoy: situar la política
de cada judío en particular

El reto de hoy: situar la política<br/>de cada judío en particular

DIOGENES CESPEDES
El desconocimiento de lo que significa el aporte universal de los judíos a las humanidades y la ciencia es ignorar y discriminar una porción de nuestra humanidad, ya sean asquenazíes o sefarditas liberales o conservadores. En el caso de los sujetos dominicanos este conocimiento es impostergable.

En su libro “Los judíos en el destino de Quisqueya”, Jean-Ghasmann Bissainthe señala lo siguiente: “Si el dominicano llega a tomar conciencia de su identidad, eso no implicaría necesariamente el rescate de las prácticas culturales judías, en términos religioso, alimenticio, musical, porque el dominicano no quiere ser judío, sino criollo. Pero el despertar de la conciencia identitaria actúa sobre él para cambiar su vida individual y social, para ayudarle a valorar las bonanzas de nuevas opciones de realización que nunca han sido tomadas en cuenta en toda su historia”. (p. 291-2)

¿Cómo se manifiestan estas nuevas opciones en la política, la economía, la ideología y la cultura? El autor es concluyente: “Hoy por hoy [el sujeto dominicano] se encuentra frente a un problema de conciencia y a un reto que le invita a asumir nuevas posturas ideológicas. Esa reformulación de la identidad será de gran beneficio para Haití y ayudaría a demoler definitivamente las tesis hispanófilas que crearon una corriente racista desfasada que no tiene nada que ver con el verdadero sentimiento de convivencia de los pueblos.” (p. 292) Bissainthe se apoyó en José Martí cuando éste describió en su diario de viaje la frontera dominico-haitiana como “algo singular”, como “si no existiera o que fuese creado posteriormente como espacio de contradicción o marginalización entre ambos pueblos…” (Ibíd.)

Pero el autor de la obra no se apoya exclusivamente en Martí, sino también en los liberales como Duarte y Lugo, Luperón y Betances, los Henríquez y Carvajal, y Hostos, quienes plantearon, al igual que el conservador Joaquín Balaguer, la necesidad de construir una confederación o una relación de unidad con Haití a fin de eludir la trampa de los imperios y su dominación de las islas del Caribe.

Esta dominación de los imperios, ayer como hoy, ha sido posible porque el proyecto de desarrollo capitalista de los siglos XIX y XX fracasó rotundamente y en su lugar se enseñoreó, hasta nuestro siglo XXI, un sistema político clientelista y patrimonialista que ha dejado sin aliento a las inteligencias más preclaras del país y las ha obligado a subordinarse a su lógica de funcionamiento. Y ese fracaso político se debió a lo que ya Lugo teorizó hace casi un siglo: “El Estado moderno no se había constituido aún para el año 1916. La falta de cultura política del pueblo no le ha permitido, hasta hoy, transformarse en nación. Esta supone un pueblo que tiene conciencia de su comunidad y unidad: es el pueblo organizado y unificado. El Estado Dominicano fundado sobre un pueblo y sobre una nación, no ha podido subsistir sino en condiciones de farsa o parodia de los Estados verdaderos, o de comedia política ya ridícula, ya trágica, según las circunstancias.” (Antología de Américo Lugo, editada por Julio Jaime Julia. Santo Domingo: Editora Taller, 1977, tomo II, p. 125-8 y tomo III, p.21-34.)

Esto se lo repitió Lugo a Lilís, a Horacio Vásquez y a Trujillo en cartas o verbalmente. Y aunque no esté entre los vivos, este diagnóstico sigue con validez para todos los gobernantes que hemos tenido hasta el día de hoy, incluyendo a los de Haití y los de los países hispanoamericanos. Unos países más, otros menos, pero todos funcionan con la díada del clientelismo-patrimonialismo. Esta díada es la que produce la falta de cultura política y la ausencia de conciencia nacional, sin las cuales no hay nación ni Estado nacional. No importa que haya un México, un Brasil, un Chile o una Argentina, territorialmente dilatados como países, pero carentes de institucional fuerte y de un funcionamiento de la ley por encima del interés particular que se revela en la pobreza extrema, en el robo y el saqueo de los dineros públicos a través de la corrupción generalizada y la violencia incontrolable de todos los sectores de la sociedad.

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