El reto de Ramón Alburquerque

El reto de Ramón Alburquerque

REYNALDO R. ESPINAL
El próximo 16 de Julio del presente año asumirá por cuatro años la Presidencia del Partido Revolucionario Dominicano, el Ing. Ramón Alburquerque Ramírez, experimentado timonel a quien las bases del Partido Revolucionario Dominicano, en libérrimo ejercicio de democracia interna, han confiado la impostergable tarea de reivindicar su maltrecha imagen, liderear una oposición constructiva y firme y relanzarlo de nuevo, con posibilidades de éxito, a la lucha por el poder congresional, Municipal y Presidencial en las contiendas electorales venideras.

Nadie puede regatearle al Ing. Alburquerque sus méritos como ciudadano y como Perredeísta, conquistados a fuerza de lucha perseverante, disciplina férrea, y un desvelo constante por su formación técnica y humanística, de tal suerte que hoy puede decirse sin ambages, y sin que ello constituya una desmesura verbal propia de lisonjeros de ocasión, que en él tiene el P.R.D al técnico más acabado, capaz como nadie de entender las abstrusas complejidades del mundo globalizado y los variopintos retos y desafíos que afronta y afrontará el País en el presente y en el porvenir.

Nacido en cuna humilde en un Batey de Monte Plata, puede decir sin remilgos lo que en un momento de expansión íntima expresara de sí mismo el Dr. Peña Gómez, curtido como nadie en los avatares y sinsabores de la existencia: …lo que a otros ha costado un paso a mí me ha costado diez…»

A hombres de ese calibre, por tanto, si no se les prodiga admiración al menos debe tributársele respeto, porque naciendo en un medio hostil, desprovisto de las ventajas y sinecuras que da el apellido o la posición social, han sabido elevarse humana e intelectualmente a base de autoestima, disciplina y fe. No han sucumbido al pseudofatalismo de las circunstancias.

Como afirmó sabiamente Alfred Adler: «el examen de una personalidad no será correcto…sino se obtiene una clara visión de cuanto concierne al sentimiento de inferioridad, a la tendencia hacia la superación y el sentimiento de comunidad.»

Gravitarán sobre sus hombros ingentes desafíos, siendo a mi modo de ver el más impostergable y determinante, trabajar por convertir al P.R.D en un partido político creíble, para lo cual tendrá que desbrozar el sendero de enquistadas malezas, desentenderse de falsas nombradías y trascender los escollos, en apariencia insalvables, de muchos veteranos de la malicia y la trapacería, eternos invocadores de sus años de militancia, que en su perversa ofuscación no entienden que no son los años de permanencia en un Partido lo que confiere derechos, sino, ante todo, la rectitud del proceder, la defensa de la institucionalidad y la procura del bienestar colectivo por encima de las desbocadas ambiciones personales.

Como estudioso de nuestra historia, avezado en las luchas políticas y conocedor profundo de la Psicología Perredeísta, no deberá olvidar el Ing. Alburquerque las dificultades políticas resultantes de luchar contra intereses creados, por lo que deberá inmunizarse contra el elogio de los trepadores internos, cazadores de prebendas, y guiarse a pie juntillas por las sabias palabras de Azorin: «No estime el político un elogio en más de lo que realmente vale. Agradezca la buena voluntad de los que le elogiaren, pero por encima de los ditirambos, de las hipérboles y de los entusiasmos de sus admiradores, él sepa poner un ligero y amable desdén.»

Sepa, en fin, el Ing. Alburquerque, que si el P.R.D no se renueva éticamente, no sólo se verá imposibilitado de reconquistar el poder, sino que está condenado a desaparecer con fuerza Política, galvanizadora de los más ansiados anhelos populares, ensanchándose así la grieta que deje abierto el escenario a impredecibles aventuras, de esas que importantes sectores alientan, ora por que la conciben como panacea a la corrupción y la anarquía, ora por que así entienden se resguardan mejor sus intereses.

Los antes dicho, por supuesto, no es ajeno a la probada sapiencia del Ing. Alburquerque, lo que se evidencia en sus declaraciones ofrecidas a la periodista Rosa Alcántara (Ver Periódico Hoy, domingo 10 de Junio de 2005, Pag. 5) al afirmar que… «no se puede organizar un millón de gente para invitarlos a tomar el poder sin un referente ético…»

Es ese, y no otro, el talón de Aquiles del P.R.D. vicio, desde luego, que ha permeado históricamente nuestro tejido social y del cual no puede alegar estar inmunizado ninguna fuerza política, ni siquiera la que alberga a aquellos que abdicando de sus orígenes perdieron ya su virginidad política.

Estaremos al lado del Ing. Alburqueque en su noble empeño de reencaminar al P.R.D. por el sendero de la ética. Por ello, desde ya, le ofrecemos nuestro humilde concurso académico e intelectual para el diseño e implementación de los programas de formación, cuyo eje transversal deberá ser la ética pública, pues como afirma Adela Cortina: «Quien apuesta por la moralidad responde, no sólo a un imperativo ético de la humanidad, sino también a un imperativo pragmático de supervivencia, la ética es necesaria en las organizaciones, no sólo para vivir bien, sino incluso para sobrevivir…»

reynaldoespinal@hotmail.com

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