El reto de Sharón

El reto de Sharón

Ubi Rivas
El premier israelí Ariel Sharón ha renunciado de su partido Likud y formado uno propio, Adelante, convencido de que en el anterior, del cual era uno de sus más importantes dirigentes, no líder, era imposible sellar la paz con los palestinos, sin lo cual es imposible ni remotamente pensar en una era nueva de conciliación, clausurando para siempre el expediente odioso, por demás infructuoso, de las confrontaciones.

Expreso que Sharón era uno de los más importantes dirigentes del Likud, en el poder, no líder, porque los primeros se destacan entre la muchedumbre, mientras que a los segundos los siguen la mayoría que todo lo deciden políticamente.

Es el caso de nuestro país, donde existen miríadas de dirigentes de todos los colores, pero hoy por hoy, sólo los líderes, el presidente Leonel Fernández y el agrónomo Hipólito Mejía porque simplemente tanto en el PLD como en el PRD se hace lo que a ellos les da la gana.

Sharón parece que obedece lineamientos de su protector, del protector por antonomasia del Estado de Israel, que le insufló vida, Estados Unidos, recordando que fue el presidente Harry Salomón Truman quien propició la creación del Estado de Israel en 1947 presionando a las Naciones Unidas por la resolución 181 de ese año que dictaminó la partición de Palestina, entonces bajo el Mandato Británico desde 1917, en dos estados, uno árabe y otro judío.

Ante un George Bush Jr. severamente deteriorado por sus fracasos tanto en Afganistán como en Iraq, último país del que se empezó ya a considerar desde noviembre 21 cursante, de la posibilidad de retiro de 165 mil soldados de invasión estacionados allí, que aún no han encontrado ni armas de destrucción masiva ni vinculaciones fehacientes del derrocado presidente Saddam Hussein con Al Qaeda, motivos esgrimidos para justificar la invasión.

Ante el negativismo puntaje que le endosan todos los sondeos de opinión pública que asignan a Bush Jr. un 40% de credibilidad en la eficacia de su gobierno y en que sus conciudadanos le creen su embuste para agredir a Iraq y los índices acusadores de corrupción, es elemental que intente por lo menos un éxito con su pupilo israelí, salvando la Hoja de Ruta, de su cosecha, para formalizar una paz permanente en Palestina y fundar su Estado.

Nadie más adecuado para impulsar ese gran propósito, anhelo de la humanidad sensata, que Sharón, un probado halcón, hombre de excesos espantosos, de esos que en nuestro medio se dice que no se le enfrían las manos ni le tiembla el pulso cuando asumir grandes retos concierne. Como el de ahora.

Sharón comprende perfectamente que se juega la vida con su actitud de facilitar un proceso que culmine con la fundación del Estado Palestino, que imperiosa necesidad aparejada con el juramento palestino de nunca intentar en lo sucesivo atentar contra la integridad física del Estado hebreo.

Sharón se mira en el espejo de Yizzak Rabin, asesinado por el extremista judío Yigal Amir, con la connivencia tanto de tenebroso Mossad como el Shin Bet. Sabe que enfrenta la encrucijada letal de que otra vez los dos organismos de seguridad del Estado judío converjan para en un acto público, como con Rabin, poner a sus agentes a la distancia para que un extremista lo elimine.

Es la práctica que aprendió a Mossad y el Shin Bet de la CIA y el FBI norteamericano que se confabularon para perpetrar el magnicidio del 22-11-63 en Dallas, Texas, que segó la vida del presidente JFK.

Ahora, Sharón, con el respaldo del partido mayoritario de oposición, el Laborista, intentará lo que es un imperativo de la razón, la cordura, la esencia de la sensatez, aplicar a fondo la Hoja de Ruta, los acuerdos de Madrid de 1991, de Oslo 1993 y los de Camp David, y sepultar para siempre el hacha de la guerra por la paz duradera, colaboracionada entre palestinos y judíos y validar así un ferviente anhelo de la humanidad.

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