El reto del PRD: gobernar sus diferencias internas

El reto del PRD: gobernar sus diferencias internas

La solución peledeísta al problema del arbitraje legítimo y del liderazgo es simplemente imposible de reproducir en el PRD. Por tanto, no sirve de nada tratar de imitar esa solución por parte de los jefes de facciones del PRD. Hay que aprender a conocer la propia casa. El PRD debe encontrar creativamente la solución de su intransferible problema: adaptarse a un mundo nuevo en cambio permanente.

El faccionalismo no puede constituir una fuente segura de lealtades y legitimidad política, puesto que la facción, por definición, es particularista y no permite encontrar soluciones generales a sus propios problemas, ni alcanzar lealtades estables de las masas, aunque sí fundar compromisos corporativos, intransferibles al conjunto de la organización.

Por eso entre las facciones hay un continuo y significativo transfuguismo interno y de hecho es propenso al transfuguismo externo, lo que hace que las lealtades, hacia adentro y hacia afuera, sean muy volátiles.

La solución institucional a las diferencias faccionales es difícil encontrarla en una situación como la descrita, pero es la única que asegura la posibilidad de un compromiso estable entre grupos y sobre todo de un éxito general de la organización. Para que esto pueda producirse hay tareas que cumplir, como producir un clima de confianza mutua entre los jefes de facciones, incluido el actual presidente de la organización, que ayude a construir el espacio institucional que la organización necesita para resolver su problema de liderazgo y de definición de un arbitraje legítimo creíble. Sin estas precondiciones no se podría generar capacidades para movilizar la organización como un solo cuerpo político.

Debe plantearse la pregunta de cómo dar solución a la producción de un liderazgo y un arbitraje legítimo en ese clima faccional.

Lo primero es que hay que abandonar todo intento de reproducción de liderazgos tradicionales abarcadores y aplastantes. EI faccionalismo conduce a eso. Vargas Maldonado ha cometido muchos errores, pero hay que reconocerle su esfuerzo institucional. Líderes como Mejía reproducen día a día la cultura tradicional del caudillismo faccional, pero al menos apelan públicamente al compromiso. Estoy convencido de que el nuevo liderazgo que necesariamente habrá de producirse en esa organización debe surgir y sostenerse sobre la base de lógicas institucionales, pero también de acuerdos y sobre todo de un real acercamiento a las bases de la organización.

El problema es que hay acuerdos y acuerdos: una cosa es concertar sobre intereses corporativos, por definición ajenos a lo que demanda la organización en su conjunto y otra muy distinta es concertar sobre problemas ideológicos, programas, estrategias políticas y natural- mente victorias, pero sobre todo derrotas.

Miguel Vargas de alguna manera ha querido avanzar en el primer miembro de la ecuación descrito arriba (la institución), cometiendo errores en el segundo componente (el acuerdo y la concertación). Mejía, Abinader y ahora Guido caen en el error contrario: tienden a sustituir la institución por el acuerdo faccional, cayendo en la ilusión de que con ello llegarán al consenso o compromiso.

Por si mismo el acuerdo entre los grupos no permitirá que la organización recupere su conexión con las masas, aunque sí es una condición de ello. Recordemos dos asuntos elementales: ninguna facción tiene arraigo propio de masas, todas pasan en su relación con la gente por su apelación a la pertenencia al PRD. Todas reunidas tampoco producen la reconexión con las masas.

Sólo cuando el PRD ha actuado como un campo de fuerzas políticas más o menos articulado, ha obtenido triunfos y avances electorales y esto le indica a los líderes faccionales que ninguno de ellos solo representa nada para las masas.

Lo que importa aquí es la pertenencia a una cultura común, la popular/democrática que ha caracterizado al PRD. Peña Gómez tenía éxito porque en parte produjo y en parte encarnó esa cultura. Esa era la base de su liderazgo. Pero la situación hoy no puede repetir ese modelo.

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