La nación dominicana afronta mañana el reto de celebrar unas elecciones limpias con suficiente concurrencia a las urnas para elegir un gobierno con mucha legitimidad para que pueda afrontar no sólo la crisis de salubridad que sigue representando el coronavirus, sino también sus graves consecuencias económicas y sociales.
Una atípica campaña electoral concluyó antenoche con la expectativa fundamental de si el economista Luis Abinader, ampliamente favorecido en una multiplicidad de encuestas sin precedente, podrá alcanzar la mitad de los votos válidos en los comicios de mañana 5 de julio, o si habrá que recurrir a una segunda votación el próximo día 26.
Campaña del coronavirus. La campaña electoral del 2020 pasará a la historia por haber comenzado tres años antes, pero afectada en su último cuatrimestre por la pandemia del coronavirus que ha mantenido una curva ascendente en el país, a pesar de una cuarentena de tres meses, con un estado de excepción que limitó los derechos políticos hasta 48 horas antes de su final oficial.
Los partidos casi no realizaron actividades formales de campaña desde las elecciones municipales celebradas en marzo, tras un escandaloso fracaso un mes antes, y ni al final se produjo una manifestación nacional, conformándose en los últimos días con caravanas vehiculares locales. La noche final, el jueves, los candidatos opositores Luis Abinader y Leonel Fernández de los Partidos Revolucionario Moderno (PRM) y Fuerza del Pueblo (FP) dirigieron mensajes a la nación a través de programaciones televisivas, sin que lo hiciera Gonzalo Castillo, del gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Entre las atipicidades de esta campaña se cuenta que el candidato oficialista fue mantenido a soga corta por sus obvias limitaciones expositivas, “para protegerlo”, según confesó su propulsor el propio presidente Danilo Medina el 20 de octubre cuando habló por él tras una cuestionada elección para encabezar la boleta peledeísta, la cual generó la división de ese partido. Lo volvió a sustituir la semana pasada en una reunión del máximo organismo partidario. Castillo no participó en varios eventos donde se invitó a los candidatos presidenciales a exponer sus proyectos, y ante el gran empresariado lo hizo con la condición de que no difundieran grabación de su exposición.
También fue notoria la falta de regulaciones por una Junta Central Electoral débil que no pudo hacer cumplir importantes aspectos de la Ley de Partidos, promulgada en agosto del 2018, tras dos décadas de intentos, ni mandatos de la ley del Régimen Electoral, de febrero del 2019, que debieron limitar tiempo, contribuciones y gastos. Tampoco pudo alcanzar vigencia la instituida Procuraduría Especializada para Persecución de Delitos Electorales.
¿Habrá decisión mañana? Muy pocos dudan que la candidatura presidencial del PRM y otros seis partidos aliados saldrá en primer lugar en los comicios de mañana, pero las expectativas están centradas en si podrá alcanzar más de la mitad de los votos válidos o será necesaria una segunda vuelta entre los dos punteros, que sería dentro de 3 semanas, el domingo 26.
El economista Luis Abinader apareció ganador en una cantidad de encuestas sin precedentes, en 41 de 47, de 23 firmas diferentes, publicadas desde que comenzó este año y en 17 de 20 durante el mes de junio, incluyendo tres las cuatro más acreditadas del mercado electoral, y la mayoría con más del 50%.
La ventaja del perremeísta no fue afectada ni siquiera por haber quedado recluido por más de dos semanas del pasado mes al ser el único de los candidatos que fue alcanzado por el Covid-19, aunque se mantuvo activo desde su residencia, incluso dando entrevistas de prensa. Al reactivarse en la última semana no salió a manifestaciones callejeras, confiado en los balances de sus encuestas, incluyendo las propias.
Fue relevante que la única encuesta que el PLD publicó al final del límite, de CID Latinoamericana, dejaba un punto abajo su candidato, mientras los esfuerzos y hasta las declaraciones se deslizaban a la expectativa de que el opositor no gane en primera votación. E incluso en un vídeo de su discurso ante el Comité Central del PLD, se escuchó a Medina decir que “por lo menos el control del Senado debemos repetir”. Y el presidente salió a último momento en caravanas a hacer campaña en media docena de provincias, mientras los perremeístas aseguraban que conseguirán más de la mitad de los 32 senadores.
Los resultados de marzo. Eufórico, contando con el poder del Estado, antes de los comicios municipales que precedieron a estos presidenciales, el presidente Medina proclamó que el resultado de los primeros sería el anticipo de lo que ocurriría en los segundos. El PRM y aliados alcanzaron la victoria en 81 de los 158 municipios, incluyendo 26 de los 38 mayores y con más del 50% en una decena. Pero el PLD y sus aliados ganaron más distritos municipales, y muchos pequeños municipios, reduciendo la diferencia en número de votos, a alrededor de 4%, difícil de precisar por los cruces de alianzas locales.
El PRM emergió con fuerza en el DN y Santo Domingo Este, los dos más poblados del país, donde alcanzó 59 y 57% , y pasó de la mitad también en Santo Domingo Oeste, La Vega, Puerto Plata, San Francisco y otros de los mayores. Pero en esos municipios la votación fue más baja que en los medianos y pequeños. En los de Santo Domingo y en San Francisco no llegó al 40%, en el DN sólo 42%. En Santiago, donde ganó el PLD votó sólo 34%. En contraste la votación osciló entre 60 y 70% en 55 municipios, y en 4 más del 70%.
La votación municipal quedó en el promedio de 50% que habían marcado las 4 elecciones congresuales y municipales separadas de las presidenciales celebradas entre 1998 y 2010. En marzo votó el 49% de los empadronados, pero restándole los más de 595 mil empadronados en el exterior que no votan en las municipales, ascendió al 51%.
El gran desafío de mañana. Hay quienes creen que la baja votación de marzo en los grandes centros urbanos pudo haber sido influida por el anuncio la noche antes que cerraba el país por aire, mar y tierra a causa del coronavirus, que habría espantado a segmentos importantes de la clase media, que valoran más la vida y se arriesgan menos. Ahora, con el coronavirus expandido por todo el país y alcanzando casi al millar de contagiados por día, el gran desafío es lograr una votación mucho mayor, aunque no sea del 70% que promedia en las elecciones presidenciales de la “etapa democrática iniciada en 1978”. La mayor fue 85% en el fraude electoral de 1994, cuando en la provincia Espaillat votaron más de los que estaban empadronados. La menor, apenas 59% , fue en 1990, cuando en otras elecciones fraudulentas Balaguer se impuso con la baja puntuación de 35%, frente a 34 de Juan Bosch.
Múltiples sectores han centrado su preocupación en incentivar la población a que acuda a las urnas protegiéndose del virus, con mascarillas, guantes, desinfectantes de manos y guardando distancias. Se cree que una fuerte proporción acudirá, bajo la convicción de que debe ser menos riesgoso que subir a una carro público, a una voladora o al metro, o tanto como ir al supermercado, al colmado, al banco, a las plazas comerciales, o a consulta médica.
Se ha apelado a la conciencia ciudadana sobre la base de que ahora más que nunca se precisa de un gobierno fruto de una alta votación que le confiera suficiente legitimidad y fuerza para dar la batida que el actual no ha podido al Covid-19, pero sobre todo para emprender la reactivación económica que dejará decenas de miles de pequeñas y medianas empresas en quiebra, que disparará el desempleo y la pobreza, y requerirá muchos recursos para financiar la recuperación.
Los economistas concuerdan en que será el peor escenario para un nuevo gobierno, porque la caída de la economía no es sólo nacional y la colaboración externa estará más limitada que nunca.
Una sola doble vuelta. La exigencia de más de la mitad de los votos válidos para elegir presidente data en el país de la reforma constitucional realizada tras el trauma electoral de 1994 que le arrebató la elección presidencial a José Francisco Peña Gómez. Y sólo en la primera prueba en 1996 ha sido necesario acudir a una segunda ronda entre los dos más votados en la primera.
Antes de la reforma se había consensuado la fórmula de elección de 45% o más de diez puntos de ventaja si el puntero pasaba de 40, pero al votarse en la asamblea nacional, una alianza del PLD con el entonces dominante Partido Reformista Social Cristiano, elevó el requerimiento a la mitad de los votos. Perjudicó al mismo Peña Gómez, que en primera vuelta en 1996 obtuvo 46% contra 39 de Leonel Fernández del PLD. En la segunda vuelta éste resultó electo 51 a 49% tras pactar formalmente con el PRSC de Balaguer.
Desde entonces las siguientes cinco elecciones presidenciales se han decidido en primera vuelta, aunque en la del 2000 a Hipólito Mejía, del Partido Revolucionario Dominicano le faltaron unos pocos miles de votos para alcanzar la mitad. Se le computó el 49.87% de los válidos, quedando Danilo Medina y Joaquín Balaguer casi empatados, en segundo y tercer lugar, con 24.94 y 24.60%, respectivamente.
Formalmente estaba dispuesta la segunda vuelta, pero con Mejía duplicando a Medina parecía un absurdo y Balaguer le puso punto final cuando se negó a pactar con el peledeísta para algo que sólo habría servido para prolongar incertidumbres y mayores costos, porque debía asumirse que con aquellos números era virtualmente imposible cambiar el curso.
A partir del 2004, cuando Leonel Fernández volvió al poder con amplísima victoria en primera vuelta, 57 a 34% contra Hipólito Mejía que pretendió reelegirse en medio de la crisis generada por las quiebras bancarias en todos los casos ha ocurrido igual. El resultado más estrecho fue en el 2012, cuando Danilo Medina ascendió a la presidencia por primera vez, ganando 51 a 47% al ex presidente Mejía que pretendía el retorno. En 2016 impuso su reelección con 61% a 35 que obtuvo Luis Abinader, entonces por un PRM recién constituido.